Está claro que Jesús nació y vino a esta tierra en circunstancias absolutamente singulares, diferentes de las nuestras, y por lo tanto, recibió una naturaleza única en su clase… Su naturaleza es y fue completamente impecable»
La naturaleza humana de Cristo tenía la importancia suficiente como para dedicarle diversos artículos, con el expreso propósito de demostrar que la naturaleza de Cristo era sustancialmente distinta a la nuestra.
«La posteridad de Adán ha llegado siempre a este mundo heredando una naturaleza caída, pecaminosa, propensiones al mal, y aparte del Salvador, condenación a la muerte eterna». «Sus descendientes comparten esta naturaleza caída y sus consecuencias. Nacen con debilidades y tendencias al mal».
Muchos creen que «Cristo no heredó en su nacimiento la naturaleza caída que hereda la posteridad de Adán… Si Cristo hubiera heredado la naturaleza malvada que deriva de la caída de Adán, también él habría nacido en pecado, bajo condenación, y por lo tanto en necesidad de un Salvador para él mismo… O no tenía en su naturaleza aquello que lo predispondría a pecar. No poseía las pasiones ni los deseos interiores que nosotros estamos obligados a subyugar diariamente por la gracia de Dios». Nunca podremos estar libres de pecado mientras poseamos una naturaleza caída.
«La salvación por la gracia y los méritos de la expiación de Cristo siguen estando disponibles para los santos una vez que se haya terminado el tiempo de prueba». La gracia salvadora está «disponible en todo tiempo en la vida cristiana hasta el día de la venida de nuestro Señor… Los pecadores son las únicas personas a quienes va dirigida la gracia salvadora… No hay evidencia alguna en la Escritura que indique el más mínimo cambio en la salvación por la gracia ministrada diariamente a Los Santos, apartados del mal». Necesitamos comprender «la doctrina bíblica de la salvación por la gracia más allá del final del tiempo de gracia… Si están bajo la gracia es porque no están aún libres de pecado» Si, seremos siempre pecadores y nunca estaremos libres de pecado, entonces se deduce que seguiremos necesitando la gracia salvadora o perdonadora hasta que muramos o regrese Jesús.
«Obsérvense los resultados del pecado de Adán en lo que a nosotros concierne: fuimos hechos pecadores… nacemos en un estado de culpabilidad inherente a partir de Adán… Heredamos la culpabilidad a partir de Adán, de forma que hasta incluso un bebé que muera un día después de haber nacido necesita un Salvador, aunque el niño no haya cometido por él mismo un solo pecado».
UN POCO DE HISTORIA RECIENTE.
Algunos cristianos decían que Jesús vino de las manos del Creador, Espíritu Santo –‘lo santo que nacerá’- como resultado de la obra creadora de Dios, fue como el primer Adán». Eso significa que la naturaleza humana de Cristo era creada, y no heredada. ¿Fue como la del primer Adán, o tomó la naturaleza debilitada, deteriorada, afectada por el pecado, pero sin tomar sus propensiones o mancha de pecado que predisponen a la inclinación a pecar? ¿Tuvo una naturaleza anterior a la caída de Adán o una posterior a ella combinadas de una forma singular?
El pecado no es tanto transgresión de la ley como la rotura de una relación que conduce a la transgresión de la ley. ¿Tuvo Cristo una relación rota con Dios o con el hombre en su venida a la historia?. «La Biblia se opone a un nacimiento sin pecado para todo ser humano. Afirma que ‘todos fueron constituidos pecadores’ por la transgresión de Adán… Únicamente los dos Adanes entraron sin pecado al planeta tierra. Todos los demás nacen pecadores… La totalidad de la raza humana nace en este terreno caracterizado por el distanciamiento con respecto a Dios»
También se dice que Cristo nació como descendiente de Abraham. ¿Qué naturaleza tenían Abraham, Isaac y Jacob? También Moisés recibió palabra de Jehová:
9″Cuando hayas entrado en la tierra que Jehovah tu Dios te da, no aprenderás a hacer las abominaciones de aquellas naciones:
10No sea hallado en ti quien haga pasar por fuego a su hijo o a su hija, ni quien sea mago, ni exorcista, ni adivino, ni hechicero,
11ni encantador, ni quien pregunte a los espíritus, ni espiritista, ni quien consulte a los muertos.
12Porque cualquiera que hace estas cosas es una abominación a Jehovah. Y por estas abominaciones Jehovah tu Dios los echa de delante de ti.
13″Serás íntegro para con Jehovah tu Dios.
14Estas naciones que vas a desalojar escuchan a quienes conjuran a los espíritus y a los encantadores, pero a ti no te lo ha permitido Jehovah tu Dios.
15″Jehovah tu Dios te levantará un profeta como yo de en medio de ti, de entre tus hermanos. A él escucharéis.
16Conforme a todo lo que pediste a Jehovah tu Dios en Horeb el día de la asamblea, diciendo: ‘No vuelva yo a oír la voz de Jehovah mi Dios, ni vuelva yo a ver este gran fuego; no sea que yo muera’,
17Jehovah me dijo: ‘Está bien lo que han dicho.
18Les levantaré un profeta como tú, de entre sus hermanos. Yo pondré mis palabras en su boca, y él les hablará todo lo que yo le mande.
19Y al hombre que no escuche mis palabras que él hablará en mi nombre, yo le pediré cuentas.
20Pero el profeta que se atreva a hablar en mi nombre una palabra que yo no le haya mandado hablar, o que hable en nombre de otros dioses, ese profeta morirá.’
21″Puedes decir en tu corazón: ‘¿Cómo discerniremos la palabra que Jehovah no ha hablado?’
22Cuando un profeta hable en el nombre de Jehovah y no se cumpla ni acontezca lo que dijo, ésa es la palabra que Jehovah no ha hablado. Con soberbia la habló aquel profeta; no tengas temor de él.
Jesús tomó la naturaleza del hombre tal como era ésta tras la caída… la única naturaleza que tenemos es una naturaleza pecaminosa. Era la única naturaleza que había disponible para Jesús cuando se revistió de la humanidad… No es la naturaleza pecaminosa la que nos condena, sino el pecado. Todos nacemos con naturaleza pecaminosa, pero no somos pecadores por nacimiento».
«Si el pecado es un estado inherente a nuestra naturaleza… Cristo no pudo nacer con nuestra naturaleza – ya que de haberlo hecho, habría sido un pecador-, y si no nació con nuestra naturaleza tampoco pudo ser nuestro ejemplo, excepto de forma utópica (a menos que nos proporcionara también a nosotros naturaleza no caída). En consecuencia, no podemos vencer como lo hizo él, y hemos de continuar pecando.
¿Nacen los bebés con la sentencia de la segunda muerte pendiendo sobre ellos? ¿Atribuye Dios culpabilidad al recién nacido, haciéndolo merecedor de la segunda muerte incluso antes de que tenga la oportunidad de cometer pecados personales?… Nadie será arrojado al lago de fuego debido al pecado de Adán, sino debido a sus pecados personales… Algunos no sólo confunde el pecado con los efectos del pecado, sino que llega a hacer la naturaleza pecaminosa equivalente al propio pecado… Puesto que se identifican la naturaleza caída con la culpabilidad y el pecado, todo recién nacido está necesitado de redención antes de ser capaz de pensar, hablar o actuar. Eso significaría que Jesús sería culpable por el simple hecho de nacer, a menos que su naturaleza fuese diferente a la de los demás… Cuando Adán y Eva comieron del árbol pecaron en su mente al dudar de Dios, incluso antes de tomar el fruto. De esa forma la relación quedó rota antes de la comisión del acto de pecado. En eso basa su aseveración de que todo bebé nace con una relación rota y en una condición perdida, sin haber cometido ningún acto de pecado. No queda más remedio que creer que Eva se habría condenado, sea que comiera del fruto o que no lo hiciera…
«Hay una gran diferencia entre ‘separación de Dios’ y ‘el resultado de la separación de Dios’. Los hijos de Adán no heredan la ‘separación de Dios’… Heredan solamente el ‘resultado’ de la separación de Adán con Dios, que implicó una naturaleza debilitada, caída, y la inevitable primera muerte… De igual forma confunden pecado con naturaleza pecaminosa, los resultados del pecado con el pecado mismo, y la separación de Dios con la naturaleza caída. También confunden las propensiones malvadas con las propensiones naturales… No sé de nadie que crea que Jesús pecó o nació pecador. Tampoco conozco a nadie que crea que Jesús tuvo ‘propensiones pecaminosas’. Pero sé de muchos que creen que tuvo ‘propensiones naturales’ como cualquiera de nosotros, consecuencia de haber nacido con una naturaleza caída, lo mismo que nosotros.
Las propensiones malvadas son aquellas inclinaciones hacia el pecado que se han cultivado y fortalecido.
Las propensiones naturales son las inclinaciones heredadas.
Las primeras implican culpabilidad, pero no las otras. No hay pecado a menos que uno ceda a la propensión».
SIN INCLINACIÓN AL PECADO.
El primero de los cuatro grandes asuntos relacionados con la naturaleza humana de Cristo es si Cristo tenía las inclinaciones al pecado que son comunes a los seres humanos. Es preciso aquí considerar juntos dos textos del Nuevo Testamento:
Hebreos 4.15 nos dice que Cristo «fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado».
Santiago 1.14 nos dice que «cada uno es tentado, cuando de su propia pasión es atraído y seducido».
¿Fue Jesús tentado como «cada uno es tentado», o no? La palabra «pasión» incluye ciertamente el deseo humano de placer, provecho y honor. ¿Acaso las tentaciones que Satanás le dirigió en el desierto no iban dirigidas a la satisfacción de esos deseos o pasiones humanas básicas?
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Pero hoy se nos quiere hacer creer que Jesús no tenía el menor deseo o inclinación al orgullo, impaciencia, duda o desánimo. Si nosotros somos tentados cuando nuestras inclinaciones o deseos nos atraen a esas cosas y Jesús carecía de tales inclinaciones, entonces Jesús no fue tentado en ninguna de esas áreas en las que «cada uno es tentado».
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Se suele decir que las tentaciones de Cristo lo fueron a emplear su poder divino o a abandonar su misión de salvar al hombre. Es muy cierto, pero ¿es esa razón suficiente para ignorar Hebreos 4.15? ¿Fue Jesús realmente tentado como lo somos nosotros?
Examinemos cierta evidencia inspirada.
Jesús dijo:
No busco mi voluntad, sino la voluntad del Padre, que me envió. Juan 5.30
¿Por qué dijo Jesús que no buscaba su propia voluntad? «La voluntad humana de Cristo nunca lo habría llevado al desierto de la tentación… no lo habría llevado a sufrir la humillación, burla, reproche, aflicción y muerte. Su naturaleza humana rehuía todas esas cosas tan decididamente como lo hace la nuestra».
Si Cristo hubiera seguido los deseos naturales de su voluntad humana habría abandonado su misión y el plan de Dios para él. En otras palabras, su voluntad humana habría desobedecido a Dios, y él estaba en necesidad de negar su propia voluntad a fin de cumplir la voluntad de su Padre.
¿No es acaso exactamente esa nuestra situación? De forma natural, nuestra voluntad y deseos están en oposición con la voluntad de Dios, y hemos de someter la complacencia de nuestra propia voluntad a fin de obedecer a Dios.
¿Dónde reside la fuerza de las tentaciones de Satanás? «Sus [nuestras] tentaciones más poderosas vendrán del interior, ya que debe batallar contra las inclinaciones del corazón natural»
Jesús bendijo a niños que poseían pasiones como las de él mismo». ¿Poseen todos los niños deseos heredados hacia el egoísmo? Cristo estuvo afectado por pasiones «como las de» ellos.
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En su humanidad, el Hijo de Dios luchó con las mismísimas terribles y aparentemente abrumadoras tentaciones que asaltan al hombre: tentaciones a complacer el apetito, a aventurarse atrevidamente donde Dios no nos conduce, y a sacrificar una eternidad de bienaventuranza por los placeres fascinadores de esta vida». ¿Acaso no resultamos nosotros atraídos por nuestros deseos a hacer esas mismas cosas? Lo que hace que nuestras tentaciones sean tan terribles y abrumadoras es la intensidad de nuestro deseo por ellas, y aquí se nos dice claramente que Cristo experimentó esas mismas tentaciones.
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¿Quién conoce la intensidad de las inclinaciones del corazón natural?. ¿Cómo las conoce Cristo? «Conoce por experiencia… dónde radica la fuerza de nuestras tentaciones». Jesús experimentó sin duda alguna la fuerza de las inclinaciones del corazón natural.
En Getsemaní sucedió que «le abandonaron su depresión y desaliento». ¿No fueron sus propios pensamientos e inclinaciones naturales los que lo habían llevado al desaliento?
Tenía la misma naturaleza que el pecador. Se hace necesario responder a la pregunta: ¿Era Adán en el Edén un «pecador»? ¿Es acaso «la misma naturaleza que [tiene] el pecador» en parte como la de Adán y en parte como la nuestra? Lo cierto es que todo pecador tiene naturaleza caída y es fuertemente tentado por ella.
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La diferencia entre Cristo y nosotros no consiste en ninguna exención por su parte de las inclinaciones naturales hacia el pecado, propias de la naturaleza caída. La diferencia consiste en que jamás consintió esas inclinaciones ni las incorporó a su carácter, tal como hacemos nosotros. Las tentaciones del corazón natural fueron tan fuertes para Cristo como lo son para nosotros.
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Al margen del vocabulario que prefieran usar los defensores de una supuesta naturaleza previa a la caída en Cristo, si él carecía de inclinaciones naturales a pecar, sencillamente no pudo ser tentado como nosotros, y queda así destruido uno de los mayores vínculos de Cristo con la raza humana caída.
El asunto de fondo es el concepto de pecado. Los que quieren comprender más claramente la naturaleza humana de Jesús avanzarían más si dejaran de debatir acerca de si Jesús vino con la naturaleza humana anterior a la caída, o con la posterior, y dedicaran tiempo a estudiar lo que la Biblia dice acerca del pecado mismo… No sólo nuestros actos son pecaminosos; nuestra propia naturaleza está en guerra con Dios. ¿Tuvo Jesús una naturaleza tal? No. Si la hubiera tenido, él mismo habría necesitado un Salvador. No tenía… desviación alguna en su naturaleza moral que lo predispusiera a la tentación»
Al principio del mundo antiguo podrían existir tentaciones pero no tan intensas como en la actualidad. Vivimos en grandes ciudades donde la vida de cada ciudadano está al alcance de nuestros ojos. Tenemos leyes, muchísimas. Pero también grandes vicios al alcance de nuestra vista. La atracción sexual forma parte del vestir individual cotidiano, la pornografia está al alcance de un botón, las violaciones, adulterios, infidelidades, asesinatos, agresiones, robos, asaltos y todo tipo de violencia, miserias, guerras y hasta la naturaleza amenaza nuestra existencia. El incumplimiento de las leyes está amenazado en cualquier momento de nuestra vida. Miles y miles de violadores llenan las cárceles y miles de familias sufren el abandono y miserias que difícilmente podrán superar. Todas estas transgresiones no formaba parte del mundo antiguo o no con esta intensidad.. El pecado ha quedado al alcance de nuestras manos, difícilmente de esquivar.
Una de las razones por las que este tema parece tan confuso es por falta de definiciones claras y simples. Existe una diferencia crucial entre los efectos del pecado, y el pecado mismo.
Los efectos del pecado tienen gran alcance y son a la postre letales, nadie atribuye culpa personal o condenación a los efectos del pecado. En contraste, el concepto de pecado va asociado a la culpabilidad, condenación, separación de Dios, juicio y muerte segunda.
El foco, al considerar la justicia por la fe o la naturaleza de Cristo, debemos ponerlo en el propio pecado, más bien que en los efectos del mismo. La cuestión básica es aquí muy simple:
¿Es la naturaleza humana una parte del propio pecado, o bien es un efecto del pecado? Nuestras conclusiones a propósito de la naturaleza de Cristo vendrán condicionadas por la respuesta que demos a esa sencilla cuestión.
El decir que todos los bebés necesitan un Salvador ha venido a convertirse en una de las frases más repetidas y engañosas del pensar actual sobre la justicia por la fe. Efectivamente, un bebé necesita un Salvador, un planeta sufriente lo necesita ciertamente, los ciegos y los cojos lo necesitan muy especialmente, pero no en el sentido de un perdón personal por pecados y culpabilidad personales.
Una vez más, estamos confundiendo los efectos del pecado con el pecado mismo.
Santiago 4.17 nos dice que «el que sabe hacer lo bueno y no lo hace, comete pecado».
Los textos más claros a propósito del pecado no dicen nada sobre una naturaleza humana inevitable, o un estado de pecado. Decir que el pecado es naturaleza es decir que estamos pecando, incluso cuando elegimos no pecar. ¿Pudiera ser que esa comprensión del pecado como algo inevitable y en continua progresión haya cauterizado de forma considerable nuestra sensibilidad al auténtico pecado (transgresión de la ley de Dios), de forma que hemos venido ahora a aceptar las transgresiones específicas como simples expresiones del gran pecado de tener una naturaleza caída? Dicho de otro modo: hemos venido a considerar el pecado como algo aceptable, como una parte normal de la vida, incluso de la vida cristiana. Hasta incluso hemos llegado a llamar «pecado» a la naturaleza caída, y «pecados» a los actos de pecado.
Isaías 59:2 nos dice que «Vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios».
Es el pecado lo que nos separa de Dios, lo que rompe nuestra relación con él, y no a la inversa. Sí, el pecado es realmente un estado, pero sigue a la decisión de pecar contra Dios, y continúa por tanto tiempo como el corazón siga sin arrepentirse.
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Los que quieren demostrar que la naturaleza caída es el pecado en sí mismo, y no un efecto del pecado, sencillamente no lo han hecho. Ser nacidos en este mundo significa que estamos sujetos al hambre y la sed, fatiga y dolor, sufrimiento y muerte. Significa que el planeta en el que vivimos puede intentar nuestra destrucción. Significa ser nacido de padres pecaminosos, recibiendo una naturaleza pecaminosa, y viviendo en un entorno pecaminoso. Pero no significa ser nacido culpable de pecado, o condenado. Si bien recibimos todos los efectos del pecado -naturaleza caída incluida-, no somos automáticamente culpables de pecado.
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Cristo tomó nuestra misma naturaleza pecaminosa, triunfando sobre el pecado en esa naturaleza peligrosa. Debido a la posición evangélica sobre el pecado, se nos comienza a decir que Cristo no pudo ser nuestro sustituto si tomó realmente nuestra naturaleza caída desde el nacimiento, y nos vemos obligados así a desarrollar complicadas explicaciones para permitir que Cristo participe de parte de la herencia humana, pero quedando exento de ciertos rasgos hereditarios.
Hay algo interesante a propósito de ser nacido «en pecado». Set «fue nacido en pecado»de igual forma que Caín, «heredó la naturaleza caída de sus padres nacido en pecado».
Es pertinente prestar de nuevo atención a 1ª Pedro 2.21-22 «Para esto fuisteis llamados, porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis sus pisadas. Él no cometió pecado ni se halló engaño en su boca.
Si es que no tuvo la naturaleza del hombre, no pudo ser nuestro ejemplo. Si no hubiese sido participante de nuestra naturaleza, no habría podido ser tentado tal como lo ha sido el hombre. Si para él no hubiera sido posible ceder a la tentación, no habría podido ser nuestro ayudador… Su tentación y victoria nos dicen que la humanidad debe copiar el Modelo».
Jesús aceptó la humanidad cuando la especie se hallaba debilitada por cuatro mil años de pecado. Como cualquier hijo de Adán, aceptó los efectos de la gran ley de la herencia. Y la historia de sus antepasados terrenales demuestra cuáles eran aquellos efectos. Mas él vino con una herencia tal para compartir nuestras penas y tentaciones, y dejarnos el ejemplo de una vida sin pecado».
«Envió a su Hijo al mundo para que llevase la penalidad del pecado, y para mostrar al hombre cómo vivir una vida sin pecado».
«Vino a este mundo y vivió una vida sin pecado, para que en su poder su pueblo pudiera también vivir vidas sin pecado».
«Nos ha colocado en un terreno ventajoso, en el que podemos vivir vidas puras y sin pecado».
«Todo aquel que por la fe obedece los mandamientos de Dios alcanzará la condición de impecabilidad en la que vivió Adán antes de su transgresión».
«Cristo nos ha dejado un ejemplo perfecto, en el cual no encontramos pecado. Sus seguidores deben caminar en sus pisadas».
«El Salvador llevó sobre sí los achaques de la humanidad y vivió una vida sin pecado, para que los hombres no teman que la flaqueza de la naturaleza humana les impida vencer. Cristo vino para hacernos ‘participantes de la naturaleza divina’, y su vida es una afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no peca. El Salvador venció para enseñar al hombre cómo puede él también vencer».
«Dios hizo por nosotros lo mejor que podía hacer, cuando envió del cielo a un Ser impecable para manifestar a este mundo de pecado lo que han de ser en carácter quienes han de ser salvos: puros, santos e incontaminados».
«Cristo vino a la tierra… para mostrar en la controversia con Satanás que el hombre, tal como Dios lo creó, conectado con el Padre y con el Hijo, puede obedecer todo requerimiento divino».
«Al tomar nuestra naturaleza caída, mostró lo que ésta podría llegar a ser».
«Necesitamos la reforma que han de tener todos cuantos hayan de ser redimidos, mediante la purificación de la mente y corazón de toda mancha de pecado».
«Somos limpiados de todo pecado, de todo defecto de carácter. No necesitamos retener ni una sola propensión pecaminosa».
«Toda tendencia hereditaria y cultivada hacia el pecado debe ser reconocida, subyugada y limpiada».
«Aborrecerán el pecado y la iniquidad, así como Cristo aborreció el pecado».
«Cuando conozcamos a Dios como es nuestro privilegio conocerle, nuestra vida será una vida de continua obediencia. Si apreciamos el carácter de Cristo y tenemos comunión con Dios, el pecado llegará a sernos odioso».
«Odiarán al pecado con un odio perfecto».
CONCLUSIÓN.
El asunto de la naturaleza humana de Cristo no va a ser resuelto en unos pocos días, puesto que está en juego todo el plan de la salvación.
Hebreos 2.14-15 nos dice que Jesús iba a destruir «por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte», «y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre».
El versículo 17 nos dice que la única forma en que Cristo podía lograr tal cosa es siendo «en todo semejante a sus hermanos»: no en algunos aspectos, sino «en todo». La inspiración nos dice además: «La gran obra de la redención podía sólo ser llevada a cabo mediante el Redentor tomando el lugar del Adán caído». No habría podido cumplirse si Cristo hubiera tomado el lugar de Adán antes de la caída, o si no hubiera tomado el lugar de nadie (parcialmente como Adán y parcialmente como nosotros). A fin de ser nuestro Sustituto impecable, tuvo que vencer las debilidades de nuestra naturaleza caída. Cristo se había de erigir en poder vencedor, allí donde había existido una fuerza irresistible para el hombre
Cuando Jesús prevaleció en la cruz, se oyó en el cielo una gran voz que proclamó:
Ahora ha venido la salvación, el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque ha sido expulsado el acusador de nuestros hermanos. Apoc. 12.10
¿Nos permitiremos desposeer a Cristo de su gran victoria bajo el pretexto de hacer de él nuestro sustituto? Permitamos que Cristo sea verdaderamente nuestro Sustituto impecable, a la vez que nuestro santo Ejemplo. Sólo el auténtico Cristo, realizando una auténtica expiación, puede conducir a su iglesia hacia la victoria final.