Concepto religioso.
El pecado (del latín peccātum) es la transgresión voluntaria y consciente de la ley divina.
En teología moral se lo considera «un acto malo, o la omisión culpable de un acto bueno obligatorio».
Por extensión, se denomina pecado a todo aquello que se aparta de lo correcto y justo, o que falta a lo que es debido.
Origen conceptual.
Para los griegos pecado se decía hamartia: ‘fallo de la meta, no dar en el blanco’. Los escritores griegos solían utilizar la forma verbal hamartánō con respecto al lancero que erraba su blanco y, por implicación, aludía al concepto de vivir al margen de un código moral o intelectual tenido por meta ideal, debido a una actitud errónea, consciente o inconscientemente.
En hebreo la palabra común para «pecado» es jattá’th, חטא que también significa “errar” en el sentido de no alcanzar una meta, camino, objetivo o blanco exacto. En Jueces 20.16 se utiliza la forma verbal jatá’ en una frase negativa para referirse a los benjamitas como ‘personas que podían tirar piedras con honda a un cabello y no erraban’ (véase también Job 5.24).
Igualmente se aplica a desviarse de metas morales, como en Proverbios 8.35-36, que dice que el que halla sabiduría piadosa halla vida, pero ‘el que no alcanza (heb. jatá’) la sabiduría le está haciendo violencia a su alma’, pues la lleva a la muerte.
En Arameo la palabra para «pecado» es khata.
El concepto religioso aún vigente de pecado como ‘delito moral’ alude a la trasgresión voluntaria de normas o preceptos religiosos. Dado que existen innumerables normas de este tipo, existen innumerables pecados, a los cuales se les asigna mayor, menor o ningún castigo según las distintas creencias.
En los estados confesionales, que tienen una «religión oficial», puede estar penado con la privación de libertad, e incluso de la vida, y en entornos culturalmente pobres, aun en sociedades modernas, se suelen achacar los problemas o accidentes físicos a la comisión de pecados.
Según el judeo-cristianismo.
La tradición judeocristiana, cuya fuente es la Biblia, ha entendido el pecado, en términos generales, como el alejamiento del hombre de la voluntad de Dios.
De acuerdo al Tanaj o Antiguo Testamento, esta voluntad está representada por la Ley (Torah), preceptos y estatutos dados por Dios al pueblo de Israel, y registrados en los libros sagrados.
En cambio, de acuerdo con el Nuevo Testamento, y la tradición del cristianismo, existe una naturaleza pecaminosa en el ser humano, heredada de la primera transgresión de Adán y Eva.
Esta naturaleza pecaminosa del hombre afecta tanto a sus actos como sus pensamientos, y no se puede superar con el solo esfuerzo de seguir la Ley de Dios, por lo tanto, solo mediante la vida entregada de Jesucristo y siguiendo sus pasos, este pecado genérico del hombre, y las culpas individuales, son expiadas. Esta expiación se hace válida para la persona mediante la fe en Jesucristo y la regeneración espiritual por medio del nuevo nacimiento mencionado en el
Evangelio de Juan 3.3-8,
… 3 Respondió Jesús y le dijo:
— De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de lo alto no puede ver el reino de Dios.
4 Nicodemo le dijo:
— ¿Cómo puede nacer un hombre si ya es viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?
5 Respondió Jesús:
— De cierto, de cierto te digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. 6 Lo que nace del hombre es humano; lo engendrado por el Espíritu, espíritu es. 7 No te maravilles de que te dije: «Os es necesario nacer de lo alto.» 8 El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; pero no sabes ni de dónde viene ni a dónde va. Así es todo aquel que ha nacido del Espíritu.
Pedro 1.3-8
… 3 Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su gran misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos; 4 para una herencia incorruptible, incontaminable e inmarchitable, reservada en los cielos para vosotros 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para la salvación preparada para ser revelada en el tiempo final.
6 En esto os alegráis, a pesar de que por ahora, si es necesario, estéis afligidos momentáneamente por diversas pruebas, 7 para que la prueba de vuestra fe más preciosa que el oro que perece, aunque sea probado con fuego– sea hallada digna de alabanza, gloria y honra en la revelación de Jesucristo.
8 A él le amáis, sin haberle visto. En él creéis; y aunque no lo veáis ahora, creyendo en él os alegráis con gozo inefable y glorioso, 9 obteniendo así el fin de vuestra fe, la salvación de vuestras almas.
Así puede vencerse esta naturaleza, y por ende, anular su efecto condenatorio final, que no su efecto sobre la vida del creyente.
Las distintas corrientes del cristianismo han elaborado de distinta forma la doctrina que sustenta esta concepción del hombre en lucha permanente contra el pecado, como naturaleza propia, y la victoria sobre él.
Definición y clasificación del pecado.
La Biblia y la tradición definen y se refieren a las diferentes clases de pecados:
El pecado en general, consiste en una transgresión libre y deliberada de la Ley de Dios. Por leve que sea, es pecado cualquier desviación de los mandatos divinos. La naturaleza esencial del pecado es la rebelión contra Dios, y es pecaminoso cualquier acto en el cual la voluntad humana se opone a la voluntad divina conocida ya sea por un mandamiento revelado o por la conciencia sembrada por Dios en cada ser humano.
El pecado se ha clasificado de diferentes formas.
– Por razón del autor: se clasifica en pecado original o pecado personal.
– Por relación al acto: se clasifica en pecado habitual (estado típico de un pecador no arrepentido) o pecado actual.
– Por razón de su gravedad: se clasifica en pecado leve, y pecado mortal o grave.
– Por razón de su modo: puede tratarse de un pecado de comisión (acción positiva contra un precepto negativo; por ejemplo, el homicidio), o pecado de omisión (ausencia voluntaria de un acto positivamente mandado; por ejemplo, no honrar al padre y a la madre);
– Por razón de la manifestación: puede ser un pecado externo (si se realiza exteriormente, con la palabra o con los hechos), o un pecado interno (si se consuma en la mente, por ejemplo, el odio).
– Por razón del motivo: puede tratarse de un pecado de ignorancia (si procede de un desconocimiento culpable de la ley), de un pecado de fragilidad (la mayoría de los pecados que proceden de una pasión que solicita al alma, pero que no se calculan, o de un pecado de malicia (si se produce por una perversión fría o calculada).
– Por razón del término: puede ser un pecado contra Dios si se opone directamente a los derechos de Dios (por ejemplo, la blasfemia), o un pecado contra el prójimo si se opone al bien del prójimo; o un pecado contra sí mismo, si se opone al bien propio (por ejemplo, el suicidio, la embriaguez, etc.).
– Por razón de su nivel de desorden: puede ser un pecado capital (si es cabeza y origen de otros muchos; la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza), un pecado que clama al cielo (aquellos pecados que perturban el orden social, por ejemplo, un homicidio, o la defraudación de los jornales de los obreros, etc.).
Según la Iglesia católica.
De acuerdo a lo señalado en el Catecismo católico:
El pecado es «una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes.
Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana. Ha sido definido como ‘una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna’
Pecado es, amar una falsa unidad, romper los lazos que la mantienen ligada al todo. Por eso el pecado es muerte, porque es amputación. El pecador rompe.
Quiero amarme. Nada tan natural ni tan necesario.
Quiero amarme a mí solo, para que todo el caudal de mi amor se emplee en mí provecho. Nada tan desatinado. Pues no puedo en verdad amarme sino tal y como soy; amarme de otra forma sería una ficción. Yo soy un hombre vinculado a los demás hombres y ligado a Dios.
El pecado se considera «una ofensa a Dios:
‘Contra ti, contra ti solo he pecado, lo malo a tus ojos cometí’ (Salmos 51.6).
El pecado es así “amor de sí mismo alejado de Dios y la humanidad”.
No podemos sentir el grado de bondad y Misericordia por los demás, como lo manifestó Jesús. El pecado es diametralmente opuesto a la obediencia. Jesús cumple con el plan dé Dios y prepara un camino que nos conduce a La Paz para todos. Filipense 2.6-9)»
A pesar de las dificultades y oposición del pueblo judio al mensaje dado por Jesús a su pueblo, sufrió rechazo y burlas por parte de los jefes y del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los soldados, traición de Judas tan dura a Jesús, negaciones de Pedro y abandono de los discípulos. (Juan 14.30), el sacrificio de Cristo se convierte en perdón de nuestros pecados, si hemos llegado al cumplimiento del camino trazado por él.
El pecado en otras religiones.
Bahaísmo
En la Fe Bahá’í, los seres humanos son considerados naturalmente buenos (perfectos), fundamentalmente seres espirituales. Los seres humanos fueron creados por el amor inconmensurable de Dios. Sin embargo, las enseñanzas bahá’ís comparar el corazón humano a un espejo que, si se apartó de la luz del sol (es decir, Dios), es incapaz de recibir el amor de Dios.
Budismo.
El budismo no reconoce la idea detrás de pecado, sino que cree en el principio del karma, por lo que el sufrimiento es la consecuencia inevitable de la codicia, la ira y la ignorancia (conocido como los Tres venenos). Si bien no hay equivalente directo del concepto judeocristiano de pecado, el de «maldad» si es reconocido en el budismo. El concepto de la ética budista es consecuencialista en la naturaleza y no se basa en deberes para con una divinidad.
Hinduismo
En el hinduismo se describe las acciones que crean karma negativo por violar los códigos morales y éticos, que automáticamente trae consecuencias negativas. Deteriora el orden moral, y el orden propio de uno.
Islam.
Los musulmanes ven el pecado (dhanb, thanb à»à ) como algo que va en contra de los mandamientos de Dios (Allah). El islam enseña que el pecado es un acto y no un estado del ser. El Corán enseña que «el alma es ciertamente propensa al mal, a menos que el Señor le conceda su misericordia» y que incluso los profetas no absolverse de la culpa. Se cree que Iblís (Satanás) tiene un papel importante en la humanidad tentadora hacia el pecado.
En el islam, hay varios grados de pecado: sayyia, khatia: errores (Suras 7:168; 17:31; 40:45; 48:2 47:19) itada, Junah, dhanb: inmoralidad (Suras 2:190,229; 17:17 33:55) haram: transgresiones (Suras 5:04; 6:146) ITHM, dhulam, fujur, su, fasad, Fisk, kufr: la maldad y depravación (suras 2:99, 205, 4:50, 112, 123, 136; 12:79; 38:62; 82:14) shirk: atribuir un socio a Dios (Sura 4:48)
Uno puede arrepentirse sinceramente a Dios por los pecados cometidos y buscar el perdón, como se dice en el Corán: «¡Señor! Perdónanos nuestros pecados, quite de nosotros nuestras iniquidades, y toma para ti a nuestras almas en compañía de los justos». (Al-Imran.193 / 3.193). «Oye a mis esclavos que se rebelaron desesperadamente contra sus almas, no de la misericordia de Dios, en verdad Él perdona todos los pecados, ciertamente Él es el Indulgente, el Misericordioso» (al-Zumar)
Pecado social.
Si bien todo pecado es personal, porque es un acto de libertad de un hombre en particular, y no propiamente de un grupo o comunidad, es al mismo tiempo social: «en virtud de una solidaridad humana tan misteriosa e imperceptible como real y concreta, el pecado de cada uno repercute en cierta manera en los demás.» Por ello se denuncia como pecados sociales determinadas situaciones o comportamientos colectivos de grupos sociales más o menos amplios, o hasta de enteras naciones y bloques de naciones, sabe y proclama que estos casos de pecado social son el fruto, la acumulación y la concentración de muchos pecados personales.
Las verdaderas responsabilidades son de las personas».
Algunos pecados, en particular, constituyen por su objeto mismo una agresión directa al prójimo. Estos pecados se califican como pecados sociales. «Así se considera como social todo pecado cometido contra la justicia en las relaciones entre persona y persona, entre la persona y la comunidad, y entre la comunidad y la persona.
Es social todo pecado contra los derechos de la persona humana, comenzando por el derecho a la vida, o contra la integridad física de alguien; todo pecado contra la libertad de los demás, especialmente contra la libertad de creer en Dios y adorarlo; todo pecado contra la dignidad y el honor del prójimo.
Es social todo pecado contra el bien común y contra sus exigencias, en toda la amplia esfera de los derechos y deberes de los ciudadanos. En fin, es social el pecado que se refiere a las relaciones entre las distintas comunidades humanas.»
La fuerza del pecado.
No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero.
Romanos 7.14-25
14 Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la sujeción del pecado. 15 Porque lo que hago, no lo entiendo, pues no practico lo que quiero; al contrario, lo que aborrezco, eso hago. 16 Y ya que hago lo que no quiero, concuerdo con que la ley es buena. 17 De manera que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que mora en mí. 18 Yo sé que en mí, a saber, en mi carne, no mora el bien. Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. 19 Porque no hago el bien que quiero; sino al contrario, el mal que no quiero, eso practico. 20 Y si hago lo que yo no quiero, ya no lo llevo a cabo yo, sino el pecado que mora en mí.
21 Por lo tanto, hallo esta ley: Aunque quiero hacer el bien, el mal está presente en mí. 22 Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; 23 pero veo en mis miembros una ley diferente que combate contra la ley de mi mente y me encadena con la ley del pecado que está en mis miembros. 24 ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? 25 ¡Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! Así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; pero con la carne, a la ley del pecado.
Muerto al pecado seremos justificados.
Romanos 6.1-22
1 ¿Qué, pues, diremos? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia? 2 ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él? 3 ¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? 4 Pues, por el bautismo (propósito de cambio) fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
5 Porque así como hemos sido identificados con él “en la semejanza de su muerte (al pecado)”, también lo seremos en la semejanza de su resurrección. 6 Y sabemos que nuestro viejo hombre (antigua forma de vivir) fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido (libre de pecado), a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; 7 porque el que ha muerto (al pecado) ha sido justificado del pecado.
Muerto con Cristo, viviremos con él.
8 Si hemos muerto (apartado del pecado) con Cristo, creemos que también viviremos con él. 9 Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, “ya no muere”; la muerte no se enseñorea más de él. 10 Porque en cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, vive para Dios.
11 Así también vosotros, considerad que (estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo Jesús.
No prestéis vuestros miembros al pecado… Morir al pecado así como al castigo por la ley.
12 No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos. 13 tampoco presentéis vuestros miembros al pecado, como instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como (libres de pecado) vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. 14 Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no estáis bajo (la condenación de) la ley, sino bajo la gracia.
15 ¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!
La esclavitud al pecado es muerte, libres al pecado es justicia de Dios.
16 ¿No sabéis que cuando os ofrecéis a alguien para obedecerle como esclavos, os hacéis esclavos del que obedecéis; ya sea del pecado para muerte o de la obediencia para justicia? 17 Pero gracias a Dios porque, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual os habéis entregado; 18 y una vez libertados del pecado, habéis sido hechos siervos de la justicia.
19 Os hablo en términos humanos, a causa de la debilidad de vuestra carne.
– Porque así como presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad cada vez mayor, así presentad ahora vuestros miembros como esclavos a la justicia para la santidad.
– 20 Porque cuando erais esclavos del pecado, estabais libres (alejados) en cuanto a la justicia. 21 ¿Qué recompensa, pues, teníais entonces por aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte.
– 22 Pero ahora, libres del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis como vuestra recompensa la santificación, y al fin la vida eterna. 23 Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.
Muerte en Adán, vida en Cristo.
Romanos 5:6-21
Porque aún siendo nosotros débiles, a su tiempo Cristo murió por los impíos. Difícilmente muere alguno por un justo. Con todo, podría ser que alguno osara morir por el bueno. Pero Dios demuestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.
Luego, siendo ya justicados por su sangre, cuánto más por medio de él seremos salvos de la ira. Porque si, cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, cuánto más, ya reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que nos gloriamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, mediante quien hemos recibido ahora la reconciliación.
Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Antes de la ley, el pecado estaba en el mundo; pero como no había ley, el pecado no era tenido en cuenta.
No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no pecaron con una ofensa semejante a la de Adán, quien es figura del que había de venir.
Pero el don no es como la ofensa. Porque si por la ofensa de aquel uno (Adán) murieron muchos, cuánto más abundaron para muchos la gracia de Dios y la dádiva por la gracia de un solo hombre, Jesucristo. Ni tampoco es la dádiva como el pecado de aquel uno; porque el juicio, a la verdad, surgió de una sola ofensa para condenación, pero la gracia surgió de muchas ofensas para justificación. Porque si por la ofensa de uno reinó la muerte por aquel uno, cuánto más reinarán en vida los que reciben la abundancia de su gracia y la dádiva de la justicia mediante aquel uno, Jesucristo.
Así que, como la ofensa de uno alcanzó a todos los hombres para la condenación, así también la justicia realizada por uno alcanzó a todos los hombres para la justicación de vida. Porque como por la desobediencia de un solo hombre, muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos.
La ley entró para agrandar (descubrir) la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor.
La Libertad en el pecado.
Sirácida 15
No digas: » Fue Dios quien me empujó al delito «,
porque no has de hacer lo que él odia.
No digas: » Él me hizo errar «,
porque no tiene necesidad de un hombre pecador.
El Señor odia toda abominación,
y los que le temen no la aman.
Él hizo el hombre al principio,
y lo dejó en manos de su propio albedrío.
Si tú quieres puedes guardar sus mandamientos,
permanecer fiel está en tu mano.
Él ha puesto ante ti el fuego y el agua;
extiende tu mano a lo que quieras.
Ante el hombre está la vida y la muerte;
a cada uno se le dará lo que él quiera.
Porque es grande la sabiduría del Señor;
él es fuerte, poderoso y todo lo ve.
Sus ojos miran a los que le temen,
conoce todas las obras del hombre.
A ninguno ha ordenado que sea malo,
Ni ha dado permiso a nadie para pecar.
Uno es seducido por su propia pasión.
Santiago 1:12-27
12 Bienaventurado el hombre que persevera bajo la prueba; porque, cuando haya sido probado, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que le aman.
13 Nadie diga cuando sea tentado: «Soy tentado por Dios»; porque Dios no es tentado por el mal, y él no tienta a nadie. 14 Pero cada uno es tentado cuando es arrastrado y seducido por su propia pasión. 15 Luego la baja pasión, después de haber concebido, da a luz el pecado; y el pecado, una vez llevado a cabo, engendra la muerte.
Sed hacedores de la palabra y no solo oidores.
16 Mis amados hermanos, no os engañéis: 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto proviene de lo alto y desciende del Padre de las luces, en quien no hay cambio ni sombra de variación. 18 Por su propia voluntad, él nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos como primicias de sus criaturas.
19 Sabed, mis amados hermanos: Todo hombre sea pronto para oír, lento para hablar y lento para la ira; 20 porque la ira del hombre no lleva a cabo la justicia de Dios. 21 Por lo tanto, desechando toda suciedad y la maldad que sobreabunda, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
22 Pero sed hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.
23 Porque cuando alguno es oidor de la palabra y no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que mira su cara natural en un espejo. 24 Se mira a sí mismo y se marcha, y en seguida olvida cómo era. 25 Pero el que presta atención a la perfecta ley de la libertad y que persevera en ella, sin ser oidor olvidadizo sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
26 Si alguien parece ser religioso y no refrena su lengua, sino que engaña a su corazón, la religión del tal es vana. 27 La religión pura e incontaminada delante de Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su aflicción, y guardarse sin mancha del mundo.
Lo que verdaderamente contamina al hombre.
Mateo 15.10-34
10 Entonces, llamando a sí a la multitud, les dijo:
— ¡Oíd y entended! 11 Lo que entra en la boca no contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
12 Entonces se acercaron los discípulos y le dijeron:
— ¿Sabes que los fariseos se ofendieron al oír esas palabras?
13 Pero él respondió y dijo:
— Toda planta que no plantó mi Padre celestial será desarraigada. 14 Dejadlos. Son ciegos guías de ciegos. Pero si el ciego guía al ciego, ambos caerán en el hoyo.
15 No hay nada fuera del hombre que por entrar en él le pueda contaminar. Pero lo que sale del hombre es lo que contamina al hombre. 16 Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
17 Cuando entró en casa, aparte de la multitud, sus discípulos le preguntaron acerca de la parábola. 18 Y les dijo:
— ¿Así que también vosotros carecéis de entendimiento? ¿No comprendéis que nada de lo que entra en el hombre desde fuera le puede contaminar? 19 Porque no entra en su corazón sino en su estómago, y sale a la letrina. Así declaró limpias todas las comidas.
20 Y decía:
— Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. 21 Porque desde adentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, las inmoralidades sexuales, los robos, los homicidios, 22 los adulterios, las avaricias, las maldades, el engaño, la sensualidad, la envidia, la blasfemia, la insolencia y la insensatez.
23 Todas estas maldades salen de adentro y contaminan al hombre.