EL CARÁCTER

«SIEMBRA UNA ACCION Y COSECHARAS UN HABITO;SIEMBRA UN HABITO Y COSECHARAS UN CARACTER,
SIEMBRA UN CARACTER Y COSECHARAS UN DESTINO».
William James

Muchas y muy diversas acepciones tiene en todos los idiomas la palabra ‘CARÁCTER’, que deriva de un término griego cuyo significado es GRABAR, porque en verdad es la señal, marca o signo que la naturaleza imprime en las criaturas.

El carácter es el modo peculiar y privativo de cada persona, por sus cualidades físicas, mentales y morales. El carácter no es inmutable, es un proceso, que sufre modificaciones por influencias externas, y puede ser transformado por la voluntad.

A la parte heredada de nuestro carácter se le llama temperamento. Son las tendencias con las que se nace, en virtud de la constitución particular de cada individuo, que es el resultado del predominio fisiológico de un sistema orgánico, como el sanguíneo o el nervioso, o de un humor.
El temperamento dependen las diversas formas de reacciones emocionales de los individuos; pese a ser determinada por la herencia, puede modificarse considerablemente a base de influencias ambientales, tratamientos médicos, regímenes alimenticios, etc’, es el modo particular de conducirse una persona, o el comportamiento típico de la misma. El estudio del carácter comenzó desde un punto de vista fisiológico. Heráclito lo identificó con el destino del hombre y Teofrastro, autor de una obra titulada precisamente LOS CARACTERES, distinguía 30 tipos distintos.

Del carácter se ha ocupado ampliamente la psicología moderna, como estructura psicológica personal del individuo manifestada en su forma de reaccionar en el ambiente en que vive y en todo su comportamiento, la disposición fundamental del individuo, con el mundo. De él procede la doctrina de la introversión (disposición de quien asume una actitud de defensa frente al mundo, o sea, el tímido) y de la extraversión (posición activa y creadora del hombre que se abre ante el mundo). El carácter es una tendencia constante, primaria e inconsciente del individuo, que poco a poco ha ido adquiriendo el individuo por libre elección individual. Por tanto el carácter es algo modificable.
El carácter es un concepto social, en el que nada hay de innato, sino que todo es adquirido de nuestra sociedad, es el comportamiento particular de la personal, como una manifestación en el mundo, es decir, en la sociedad, Se admite la libre elección de comportamiento en su manifestación.

CARACTEROLOGÍA:

En el caracter hay distintos puntos de vista. Una de las más conocidas es la de Heymans, que distingue ocho tipos según predomine en ellos uno u otro de los siguientes.

COLÉRICO,APASIONADO, NERVIOSO, SENTIMENTA! SANGUÍNEO, FLEMÁTICO y APÁTICO.

CARÁCTER E INTELIGENCIA EMOCIONAL.

El caracter es ‘el músculo psicológico que la conducta moral exige’. Y el filósofo John Dewey sostuvo que una educación moral es más efectiva cuando las lecciones se imparten a los niños durante los hechos reales, no sólo como cuestiones abstractas: el modelo de la alfabetización emocional.
Si el desarrollo del carácter es la base de las sociedades democráticas, consideremos algunas de las maneras en que la inteligencia emocional puede apoyar este fundamento. El carácter está sustentado en la autodisciplina; la vida virtuosa, como lo observaran los filósofos, desde Aristóteles, está basada en el autodominio.
La piedra angular del carácter es la capacidad de motivarse y guiarse uno mismo, ya sea haciendo los deberes, terminando un trabajo, o levantándose a la mañana. Y, como hemos visto, la capacidad de diferir las gratificaciones y de controlar y canalizar la urgencia de actuar es una habilidad emocional básica, lo que en tiempos anteriores se llamaba voluntad. ‘Necesitamos controlarnos a nosotros mismos, nuestros apetitos, nuestras pasiones, para hacer el bien a otros’, señala Thomas Lickona, al escribir sobre la educación del carácter. ‘Se necesita voluntad para mantener la emoción bajo el control de la razón’.

LA FORMACIÓN DE UN BUEN CARÁCTER.

Hay que preocuparse mas por nuestro carácter que por nuestra reputación, porque el carácter constituye lo que es uno mismo en realidad, mientras que la reputación sólo es lo que los demás creen de uno mismo.

Respecto a la formación del carácter, dice un autor reconocido: “Por lo que elegimos o rechazamos vamos procediendo a la modificación de nuestro carácter. Del mundo externo vamos asimilando lo que escogemos.
“Nos asemejamos a los insectos, que adoptan el color de las plantas y de las hojas con la que se nutren, porque más tarde o más temprano nos identificamos con el alimento que ha recibido nuestra mente, y con los sentimientos de nuestro corazón”.
John Stuart Mill refuerza el concepto: “Aunque las circunstancias influyen mucho en nuestro carácter, la voluntas puede modificar en nuestro favor las circunstancias. Educar nuestro carácter es formarnos buenas costumbres”. Algunas de esas “buenas costumbres” son: espíritu de iniciativa, dominio de sí mismo, perseverancia, amor al trabajo, habilidad, ponderación, discernimiento, nobleza, prudencia, seguridad, resistencia a la fatiga, buen humor y optimismo.
Quizá teniendo en cuenta que también se habla de la falta de carácter, o que el carácter más común es no tener ninguno, Stuart Mill recalcó que “un carácter es una voluntas completamente moldeada”.

COMIENCE POR CONOCER SU PROPIO CARÁCTER.

El profesor William James ha dado esta pista: “Muchas veces he pensado que la mejor manera de definir el carácter de un hombre sería buscar aquel estado de ánimo mental o moral con el cual, cuando lo experimenta, se siente más profunda e intensamente activo y vivo. En tales momentos, oye una voz interior que le dice: “Este es mi verdadero yo”.

NO OLVIDEMOS QUE EN LOS MOMENTOS DIFÍCILES ES CUANDO MÁS SE REVELA NUESTRO CARÁCTER.

El célebre escritor Herman Hesse así lo señaló: “Sólo en las circunstancias aciagas de la vida sale a relucir, sin disimulos, el carácter de una persona”.
Pero no confunda las verdaderas dificultades con lo que cree que son grandes dificultades. Hace ya muchos siglos, el filósofo Demócrito se preocupaba por la falta de equilibrio entre la excesiva superficialidad con que tomamos los asuntos de real gravead y la excesiva seriedad con que consideramos los asuntos de menor importancia.

El insigne escritor Samuel Jonson dio a un amigo un consejo sensato, de utilidad para todos, respecto a ubicar los banales problemas cotidianos en una perspectiva adecuada. “Señor”, le dijo, “considere lo insignificante que le parecerá esto dentro de un año”.
Pero la regla de oro la dio Edward Hake: “No lleves nunca a cuestas mas de un tipo de problema a la vez; hay quienes cargan con tres: todos los que tuvieron, todos los que tienen ahora, t todos los que esperan tener”.

SOMETASE A UNA INFLUENCIA AMBIENTAL POSITIVA PARA SU CARÁCTER.

Una vez que ha determinado los puntos débiles de su personalidad, sométase a una influencia positiva para neutralizar esa debilidad. Por medio de lecturas estimulantes, relaciones convenientes, y la determinación de establecer algunos hábitos nuevos.

BUENA PARTE DEL CARÁCTER CONSISTE EN ESTABLECER LOS HÁBITOS CORRECTOS.

Cualquier sentimiento, emoción o comportamiento, si son reforzados una y otra vez, se convierten en un hábito, en un condicionamiento.
No desdeñe de la importancia y el poder de la formación de hábitos. John Dryden dijo: “Primero formamos nuestros hábitos, después nuestros hábitos nos forman”.

CUATRO PILARES DEL CARÁCTER.

Hay cuatro hábitos virtuosos de inestimable valía: puntualidad, exactitud, perseverancia y diligencia. Sin la puntualidad, se pierde el tiempo; sin la exactitud, se menoscaba el crédito; sin la perseverancia no es posible hacer nada bien hecho; sin la diligencia se malogran ventajosas ocasiones que ya no se volverán a presentar.

EL CARÁCTER SE FORMA EN LA ADVERSIDAD.

Nos guste o no nos guste, en este punto coinciden casi todas las corrientes filosóficas y psicológicas.
Quizá sea porque es en las situaciones difíciles cuando se da lo mejor de sí mismo. Y porque muchas veces se aprende más en diez días de agonía que en diez años de bonanza.
“Hay un proverbio escandinavo que algunos de nosotros deberíamos adoptar como grito de combate para nuestras vidas: “El viento norte hace a los vikingos”.

¿De dónde sacamos la idea de que la vida segura y agradable, la ausencia de dificultades y la comodidad de la holgura hicieron a las personas buenas o felices? Por el contrario, las personas que se compadecen continúan compadeciéndose incluso cuando están entre blando almohadones, y en cambio la fuerza del carácter y la felicidad han sido siempre, ligadas, en la historia, a personas que, en toda clase de circunstancias, buenas, malas o indiferentes, han tomado sobre sus hombros su responsabilidad personal. Así, repetidamente, el viento norte ha hecho a los vikingos.”

A pesar del humano impulso de escapar lo antes posible de situaciones difíciles, consideremos que gracias a ellas nuestro carácter puede fortalecerse y mejorarse. Para ello no hay otra regla de oro que la dada por Séneca hace muchos siglos: “Entrenemos nuestras mentes para desear lo que la situación demande”.

LA DETERMINACIÓN ES LA CHISPA PARA ENCENDER Y SOSTENER NUESTRO CARÁCTER.

La indecisión, la aflicción, la ansiedad y el temor son los más terribles desmoronadores del carácter. Y todos se combaten determinándose a actuar. La determinación es el principio del carácter. Dice Zig Ziglar: “El carácter fue lo que nos sacó de la cama, el compromiso nos hizo entrar en acción, y la disciplina nos permitió completar la tarea.”.

EL CARÁCTER Y EL PENSAMIENTO.

Diversos autores han destacado la importancia del pensamiento en la formación del carácter.
El gran ensayista Paul Jagot señala: “Somos literalmente un reflejo de los pensamientos y convicciones que tenemos respecto de nosotros mismos. Día por día nos vamos convirtiendo en lo que pensamos. Crecemos y evolucionamos de conformidad con el modelo fijado en la mente.
El hombre que anhelamos ser está delineándose en nuestro carácter, en nuestra personalidad, en nuestras acciones.

El carácter guarda estrecha relación con la autoestima. Muchas personas han heredado una especie de deprimente concepto de ellos mismos, con muy mezquina estimación de la propia valía. Su atraso tiene probablemente mucho que ver con la insistencia en este despectivo pensamiento.
En cambio, un estudio hecho con muchas personas de éxito, arrojó un hincapié puesto en la “responsabilidad y la integridad”, o en “la energía y la integridad”. Es decir, en rasgos del carácter.

A LOS GENIOS SE LES ADMIRA. A LOS RICOS SE LES ENVIDIA. A LOS PODEROSOS SE LES TEME, PERO SOLO A LOS HOMBRES DE CARACTER SE LES TIENE CONFIANZA.

LA FORMACIÓN DEL CARÁCTER CRISTIANO.

EL DECÁLOGO.

Entonces Dios pronunció todas estas palabras, diciendo:
Yo soy el Señor, tu Dios, que te ha sacado del país de Egipto, de la casa de la esclavitud.

1.- No tendrás otro dios fuera de mí.
2.- No te harás escultura ni imagen, ni de lo que hay arriba en el cielo, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas por debajo de la tierra. No te postrarás ante ellos ni les darás culto, porque yo, el Señor, tu Dios, soy un Dios celoso que castigo la culpa de los padres en los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de aquellos que me odian; pero tengo misericordia por mil generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos.
3.- No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano, pues el Señor no dejará impune al que tome su nombre en vano.
4.- Recuerda el día del sábado, para santificarlo. Durante seis días trabajarás y harás tus tareas. Pero el día séptimo es sábado, en honor del Señor, tu Dios. No harás en él trabajo alguno, ni tú ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu ganado, ni el extranjero que habita junto a ti. Pues el Señor en seis días hizo el cielo y la tierra, el mar y todo lo que contiene, pero el día séptimo descansó. Por eso el Señor bendijo el día del sábado y lo santificó.
5,- Honra a tu padre y a tu madre para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te da.
6.- No matarás.
7.- No cometerás adulterio.
8.- No robarás.
9.- No darás falso testimonio contra tu prójimo.
10.- No codiciarás los bienes de tu prójimo; ni codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo ni su esclava, ni su buey, ni su asno ni nada de lo que pertenezca a tu prójimo.

Todo el pueblo percibía los truenos y los relámpagos, el sonido de la trompeta y la montaña humeante; y se llenaron de temor y se mantenían a distancia. Entonces le dijeron a Moisés:
— Habla tú con nosotros y te escucharemos; pero que no hable Dios con nosotros, no sea que muramos.
Respondió Moisés al pueblo:
— No temáis, pues Dios ha venido para probaros, para que su temor esté ante vuestros ojos y no pequéis.

TUS OJOS LO ES TODO PARA TU CUERPO, CUÍDALOS.

La lámpara del cuerpo es el ojo. Así que, si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará lleno de luz. Pero si tu ojo es malo, todo tu cuerpo estará en tinieblas. De modo que, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡cuán grande es esa oscuridad!

ALEGORÍA, LUZ DE LA LÁMPARA Y LA LUZ DEL CUERPO.

Al encender una lámpara nadie la pone en oculto, ni debajo de un cajón, sino sobre un candelero para que todos los que entren vean la luz. La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Cuando tu ojo está sano, también todo tu cuerpo está lleno de luz. Pero cuando está malo, también tu cuerpo está en tinieblas. Mira, pues, no sea que la luz que hay en ti sea tinieblas. Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz y no tiene ninguna parte oscura, estará todo lleno de luz como cuando una lámpara te alumbra con su resplandor.

QUIEN AMA CUMPLE LA LEY.

El amor no hace mal al prójimo; así que el amor es el cumplimiento de la ley.
Y haced esto conociendo el tiempo, que ya es hora de despertaros del sueño; porque ahora la salvación está más cercana de nosotros que cuando creímos.
La noche está muy avanzada, y el día está cerca. Despojémonos, pues, de las obras de las tinieblas y vistámonos con las armas de la luz. Andemos decentemente, como de día; no con glotonerías y borracheras, ni en pecados sexuales y desenfrenos, ni en peleas y envidia. Más bien, vestíos del Señor Jesucristo, y no hagáis provisión para satisfacer los malos deseos de la carne.

CADA UNO ESTÉ CONVENCIDO EN SU PROPIA MENTE.

Recibid al débil en la fe, pero no para contender sobre opiniones. Porque uno cree que puede comer de todo, y el débil come sólo verduras. El que come no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido. Tú, ¿quién eres que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie o cae; pero será afirmado, porque poderoso es el Señor para afirmarle.

Mientras que uno hace diferencia entre día y día, otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté convencido en su propia mente. El que hace caso del día, para el Señor lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí. Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, sea que vivamos o que muramos, somos del Señor.
Porque Cristo para esto murió y vivió, para ser el Señor así de los muertos como de los que viven. Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Pues todos compareceremos ante el tribunal de Dios, porque está escrito: Vivo yo, dice el Señor, que ante mí se doblará toda rodilla, y toda lengua confesará a Dios. De manera que cada uno de nosotros rendirá cuenta a Dios de sí mismo.
Así que, no nos juzguemos más los unos a los otros; más bien, determinad no poner tropiezo, impedimento u obstáculo al hermano. Yo sé, y estoy persuadido en el Señor Jesús, que nada hay inmundo en sí; pero para aquel que estima que algo es inmundo, para él sí lo es. Pues si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor.

EL MISTERIO DE DIOS. LA VERDADERA SABIDURÍA.

Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría, no de esta edad presente, ni de los príncipes de esta edad, que perecen.
Más bien, hablamos la sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó desde antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de esta edad conoció esta sabiduría; porque si ellos la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria.

Más bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio ni oído oyó, que ni han surgido en el corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. Pero a nosotros Dios nos las reveló por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las cosas profundas de Dios. Pues ¿quién de los hombres conoce las cosas profundas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así también, nadie ha conocido las cosas profundas de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que procede de Dios, para que conozcamos las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente. De estas cosas estamos hablando, no con las palabras enseñadas por la sabiduría humana, sino con las enseñadas por el Espíritu, interpretando lo espiritual por medios espirituales. Pero el hombre natural no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque le son locura; y no las puede comprender, porque se han de discernir espiritualmente. En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no es juzgado por nadie.
Porque, ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Pero nosotros tenemos la mente de Cristo.

POR LA OFENSA DE ADÁN TODOS FUIMOS CONSTITUIDOS PECADORES.
POR LA OBEDIENCIA DE UNO, MUCHOS SERÁN CONSTITUIDOS JUSTOS.

Así que, como la ofensa de uno alcanzó a todos los hombres para la condenación, así también la justicia realizada por uno alcanzó a todos los hombres para la justificación de vida. Porque como por la desobediencia de un solo hombre, muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos.
La ley entró para agrandar la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor…

MUERTO AL PECADO SEREMOS JUSTIFICADOS.

¿Qué, pues, diremos? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él? ¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como…

Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado.

MUERTO CON CRISTO, VIVIREMOS CON ÉL.

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, vive para Dios.
Así también vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo Jesús.

NO PRESENTÉIS VUESTROS MIEMBROS AL PECADO…

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos.
Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado, como instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!

LA ESCLAVITUD AL PECADO ES MUERTE. LIBRES AL PECADO ES JUSTICIA DE DIOS.

¿No sabéis que cuando os ofrecéis a alguien para obedecerle como esclavos, sois esclavos del que obedecéis; ya sea del pecado para muerte o de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios porque, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual os habéis entregado; y una vez libertados del pecado, habéis sido hechos siervos de la justicia.
Os hablo en términos humanos, a causa de la debilidad de vuestra carne. Porque así como presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad cada vez mayor, así presentad ahora vuestros miembros como esclavos a la justicia para la santidad. Porque cuando erais esclavos del pecado, estabais libres en cuanto a la justicia. ¿Qué recompensa, pues, teníais entonces por aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Pero ahora, libres del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis como vuestra recompensa la santificación, y al fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.

EL PECADO Y LA LEY.

Por esta razón, así como el pecado entró en el mundo por medio de un solo hombre y la muerte por medio del pecado, así también la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Antes de la ley, el pecado estaba en el mundo; pero como no había ley, el pecado no era tenido en cuenta.
No obstante, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, aun sobre los que no pecaron con una ofensa semejante a la de Adán, quien es figura del que había de venir.

LA JUSTICIA DE UNO ALCANZA A TODOS.

Pero el don no es como la ofensa. Porque si por la ofensa de aquel uno murieron muchos, cuánto más abundaron para muchos la gracia de Dios y la dádiva por la gracia de un solo hombre, Jesucristo. Ni tampoco es la dádiva como el pecado de aquel uno; porque el juicio, a la verdad, surgió de una sola ofensa para condenación, pero la gracia surgió de muchas ofensas para justificación. Porque si por la ofensa de uno reinó la muerte por aquel uno, cuánto más reinarán en vida los que reciben la abundancia de su gracia y la dádiva de la justicia mediante aquel uno, Jesucristo.

POR LA OFENSA DE ADÁN TODOS FUIMOS CONSTITUIDOS PECADORES.
POR LA OBEDIENCIA DE UNO, MUCHOS SERÁN CONSTITUIDOS JUSTOS.

Así que, como la ofensa de uno alcanzó a todos los hombres para la condenación, así también la justicia realizada por uno alcanzó a todos los hombres para la justificación de vida. Porque como por la desobediencia de un solo hombre, muchos fueron constituidos pecadores, así también, por la obediencia de uno, muchos serán constituidos justos.
La ley entró para agrandar la ofensa, pero en cuanto se agrandó el pecado, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna, por medio de Jesucristo nuestro Señor.

MUERTO AL PECADO SEREMOS JUSTIFICADOS.

¿Qué, pues, diremos? ¿Permaneceremos en el pecado para que abunde la gracia? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos todavía en él? ¿Ignoráis que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Pues, por el bautismo fuimos sepultados juntamente con él en la muerte, para que así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida.
Porque así como hemos sido identificados con él en la semejanza de su muerte, también lo seremos en la semejanza de su resurrección. Y sabemos que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que ya no seamos esclavos del pecado; porque el que ha muerto ha sido justificado del pecado.

MUERTO CON CRISTO, VIVIREMOS CON ÉL.

Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de él. Porque en cuanto murió, para el pecado murió una vez por todas; pero en cuanto vive, vive para Dios.
Así también vosotros, considerad que estáis muertos para el pecado, pero que estáis vivos para Dios en Cristo Jesús.

NO PRESENTÉIS VUESTROS MIEMBROS AL PECADO…

No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que obedezcáis a sus malos deseos.
Ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado, como instrumentos de injusticia; sino más bien presentaos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros, ya que no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.
¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? ¡De ninguna manera!

LA ESCLAVITUD AL PECADO ES MUERTE. LIBRES AL PECADO ES JUSTICIA DE DIOS.

¿No sabéis que cuando os ofrecéis a alguien para obedecerle como esclavos, sois esclavos del que obedecéis; ya sea del pecado para muerte o de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios porque, aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de enseñanza a la cual os habéis entregado; y una vez libertados del pecado, habéis sido hechos siervos de la justicia.
Os hablo en términos humanos, a causa de la debilidad de vuestra carne. Porque así como presentasteis vuestros miembros como esclavos a la impureza y a la iniquidad cada vez mayor, así presentad ahora vuestros miembros como esclavos a la justicia para la santidad. Porque cuando erais esclavos del pecado, estabais libres en cuanto a la justicia. ¿Qué recompensa, pues, teníais entonces por aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Pero ahora, libres del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis como vuestra recompensa la santificación, y al fin la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte; pero el don de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.

UN EJEMPLO DE SUJECIÓN A LA LEY.

Hermanos (hablo con los que conocen la ley), ¿ignoráis que la ley se enseñorea del hombre entre tanto que vive? Porque la mujer casada está ligada por la ley a su esposo mientras vive; pero si su esposo muere, ella está libre de la ley del esposo. Por lo tanto, si ella se une con otro hombre mientras vive su esposo, será llamada adúltera. Pero si su esposo muere, ella es libre de la ley; y si se une con otro esposo, no es adúltera.
De manera semejante, hermanos míos, vosotros también habéis muerto a la ley por medio del cuerpo de Cristo, para ser unidos con otro, el mismo que resucitó de entre los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios. Porque mientras vivíamos en la carne, las pasiones pecaminosas despertadas por medio de la ley actuaban en nuestros miembros, a fin de llevar fruto para muerte. Pero ahora, habiendo muerto a lo que nos tenía sujetos, hemos sido liberados de la ley, para que sirvamos en lo nuevo del Espíritu y no en lo antiguo de la letra.

MEDIANTE EL MANDAMIENTO EL PECADO LLEGÓ A SER PECAMINOSO.

¿Qué, pues, diremos? ¿Que la ley es pecado? ¡De ninguna manera! Al contrario, yo no habría conocido el pecado sino por medio de la ley; porque no estaría consciente de la codicia, si la ley no dijera: No codiciarás. Pero el pecado, tomando ocasión en el mandamiento, produjo en mí toda codicia; porque sin la ley el pecado está muerto.
Así que, yo vivía en un tiempo sin la ley; pero cuando vino el mandamiento, el pecado revivió; y yo morí. Y descubrí que el mismo mandamiento que era para vida me resultó en muerte; porque el pecado, tomando ocasión por el mandamiento, me engañó; y por él, me mató. De manera que la ley ciertamente es santa; y el mandamiento es santo, justo y bueno. Luego, ¿lo que es bueno llegó a ser muerte para mí? ¡De ninguna manera! Más bien, el pecado, para mostrarse pecado, mediante lo bueno produjo muerte en mí; a fin de que mediante el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso.

LA LEY ES ESPIRITUAL.
YO SOY CARNAL Y NO PRACTICO LO QUE QUIERO.

Porque sabemos que la ley es espiritual; pero yo soy carnal, vendido a la sujeción del pecado. Porque lo que hago, no lo entiendo, pues no practico lo que quiero; al contrario, lo que aborrezco, eso hago. Y ya que hago lo que no quiero, concuerdo con que la ley es buena. De manera que ya no soy yo el que lo hace, sino el pecado que mora en mí. Yo sé que en mí, a saber, en mi carne, no mora el bien. Porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero; sino al contrario, el mal que no quiero, eso practico. Y si hago lo que yo no quiero, ya no lo llevo a cabo yo, sino el pecado que mora en mí.

LUCHA ENTRE LA LEY INTERIOR (LEY DE DIOS) Y LA LEY DE MIS MIEMBROS (LA CARNE).

Por lo tanto, hallo esta ley: Aunque quiero hacer el bien, el mal está presente en mí. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo en mis miembros una ley diferente que combate contra la ley de mi mente y me encadena con la ley del pecado que está en mis miembros. ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? ¡Doy gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor! Así que yo mismo con la mente sirvo a la ley de Dios; pero con la carne, a la ley del pecado.

LOS QUE VIVEN PARA LA CARNE PIENSAN EN LAS COSAS DE LA CARNE.
LOS QUE VIVEN CONFORME AL ESPÍRITU EN LAS COSAS DEL ESPÍRITU.

Ahora pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
Porque Dios hizo lo que era imposible para la ley, por cuanto ella era débil por la carne: Habiendo enviado a su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justa exigencia de la ley fuese cumplida en nosotros que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
Porque los que viven conforme a la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la intención de la carne es muerte, pero la intención del Espíritu es vida y paz. Pues la intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede. Así que, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
Sin embargo, vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, aunque el cuerpo está muerto a causa del pecado, no obstante el espíritu vive a causa de la justicia.

SI EL ESPÍRITU DE DIOS MORA EN VOSOTROS, ÉL OS DARÁ VIDA.

Así que, hermanos, somos deudores, pero no a la carne para que vivamos conforme a la carne. –Porque si vivís conforme a la carne, habéis de morir; pero si por el Espíritu hacéis morir las prácticas de la carne, viviréis–.

Pues no recibisteis el espíritu de esclavitud para estar otra vez bajo el temor, sino que recibisteis el espíritu de adopción como hijos, en el cual clamamos: «¡Abba, Padre!» El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.

TODOS LOS QUE SON GUIADOS POR EL ESPÍRITU DE DIOS, SON HIJOS DE DIOS.
SI SOMOS HIJOS TAMBIÉN HEREDEROS.

Y si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
Porque considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada. Pues la creación aguarda con ardiente anhelo la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación ha sido sujetada a la vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa de aquel que la sujetó, en esperanza de que aun la creación misma será librada de la esclavitud de la corrupción, para entrar a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

EL ESPÍRITU INTERCEDE POR LOS SANTOS SEGÚN LA VOLUNTAD DE DIOS.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una sufre dolores de parto hasta ahora. Y no sólo la creación, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos, aguardando la adopción como hijos, la redención de nuestro cuerpo. Porque fuimos salvos con esperanza; pero una esperanza que se ve no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando lo que ya ve? Pero si esperamos lo que no vemos, con perseverancia lo aguardamos.
Y asimismo, también el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades; porque cómo debiéramos orar, no lo sabemos; pero el Espíritu mismo intercede con gemidos indecibles.
Y el que escudriña los corazones sabe cuál es el intento del Espíritu, porque él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.
Y sabemos que Dios hace que todas las cosas ayuden para bien a los que le aman, esto es, a los que son llamados conforme a su propósito. Sabemos que a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo; a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.

ALEJAOS DE LOS QUE COMETEN INMORALIDAD.

Vuestra jactancia no es buena. ¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis una nueva masa, como sois sin levadura; porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con pan sin levadura, de sinceridad y de verdad.
Os he escrito por carta que no os asociéis con fornicarios. No me refiero en forma absoluta a los que de este mundo son fornicarios, avaros, estafadores o idólatras, pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. Pero ahora os escribo que no os asociéis con ninguno que, llamándose hermano, sea fornicario, avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni aun comáis.
Pues, ¿por qué tengo yo que juzgar a los que están afuera? ¿No juzgáis a los que están adentro? Pues a los que están afuera Dios los juzgará. Pero quitad al malvado de entre vosotros.

PARÁBOLA DE LA HIGUERA ESTÉRIL.

Entonces dijo esta parábola:

Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y fue a buscar fruto en ella y no lo halló. 7 Entonces dijo al viñador:
‘He aquí, ya son tres años que vengo buscando fruto en esta higuera y no lo hallo. Por tanto, córtala. ¿Por qué ha de inutilizar también la tierra?’
Entonces él le respondió diciendo: ‘Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone. Si da fruto en el futuro, bien; y si no, la cortarás.’

EDIFICA SOBRE ROCA Y NO SOBRE ARENA.

Cualquiera, pues, que me oye estas palabras y las hace, será semejante a un hombre prudente que edificó su casa sobre la peña. Y cayó la lluvia, vinieron torrentes, soplaron vientos y golpearon contra aquella casa. Pero ella no se derrumbó, porque se había fundado sobre la peña. Pero todo el que me oye estas palabras y no las hace, será semejante a un hombre insensato que edificó su casa sobre la arena. Cayó la lluvia, vinieron torrentes, y soplaron vientos, y azotaron contra aquella casa. Y se derrumbó, y fue grande su ruina.

SI VIENES A ORAR, RECONCÍLIATE ANTES CON TU HERMANO.

Habéis oído que fue dicho a los antiguos: No cometerás homicidio; y cualquiera que comete homicidio será culpable en el juicio. Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano ‘necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama ‘fatuo’ será expuesto al infierno de fuego.
Por tanto, si has traído tu ofrenda al altar y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces vuelve y ofrece tu ofrenda.
Reconcíliate pronto con tu adversario mientras estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que jamás saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante.

PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA.

Se acercaban a él todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:

— Éste recibe a los pecadores y come con ellos.
Entonces él les refirió esta parábola, diciendo:
— ¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas, y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la que se ha perdido, hasta hallarla? Y al hallarla, la pone sobre sus hombros gozoso, y cuando llega a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: «Gozaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.» Os digo que del mismo modo habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO.

Y he aquí, cierto maestro de la ley se levantó para probarle, diciendo:

— Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré la vida eterna?
Y él le dijo:
— ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
Él le respondió diciendo:
— Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
Le dijo:
— Has respondido bien. Haz esto y vivirás.
Pero él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
— ¿Y quién es mi prójimo?
Respondiendo Jesús dijo:

— Cierto hombre descendía de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de ladrones, quienes le despojaron de su ropa, le hirieron y se fueron, dejándole medio muerto. Por casualidad, descendía cierto sacerdote por aquel camino; y al verle, pasó de largo. De igual manera, un levita también llegó al lugar; y al ir y verle, pasó de largo. Pero cierto samaritano, que iba de viaje, llegó cerca de él; y al verle, fue movido a misericordia. Acercándose a él, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino. Y poniéndole sobre su propia cabalgadura, le llevó a un mesón y cuidó de él.
Al día siguiente, sacó dos denarios y los dio al mesonero diciéndole:
«Cuídamelo, y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando vuelva.»
¿Cuál de estos tres te parece haber sido el prójimo de aquel que cayó en manos de ladrones?
Él dijo:
— El que hizo misericordia con él.
Entonces Jesús le dijo:
— Ve y haz tú lo mismo.

SI ACUMULAS TESOROS HAZLO EN EL CIELO.

No acumuléis para vosotros tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde los ladrones se meten y roban. Más bien, acumulad para vosotros tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde los ladrones no se meten ni roban. Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón.

NUNCA PODRÁS SERVIR A DOS SEÑORES.

Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá al uno y amará al otro, o se dedicará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.

CON EL JUICIO CON EL QUE JUZGUÉIS SERÉIS JUZGADOS.

No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís se os medirá.
¿Por qué miras la brizna de paja que está en el ojo de tu hermano, y dejas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿Cómo dirás a tu hermano: ‘Deja que yo saque la brizna de tu ojo’, y he aquí la viga está en el tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano.

LA PUERTA ANCHA Y LA PUERTA ESTRECHA.

Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella. Pero ¡qué estrecha es la puerta y qué angosto el camino que lleva a la vida! Y son pocos los que la hallan.

PARÁBOLA DEL SEMBRADOR.

Aquel día Jesús salió de la casa y se sentó junto al mar. 2 Y se le acercó mucha gente, de manera que él entró en una barca para sentarse, y toda la multitud estaba de pie en la playa. Entonces les habló muchas cosas en parábolas, diciendo:

He aquí un sembrador salió a sembrar. Mientras él sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la devoraron. Y otra parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó rápidamente, porque la tierra no era profunda. Pero cuando salió el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y otra parte cayó entre los espinos. Los espinos crecieron y la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra y dio fruto, una a ciento, otra a sesenta y otra a treinta por uno. El que tiene oídos, que oiga.

EL SIGNIFICADO DE LA PARÁBOLA.

Vosotros, pues, oíd la parábola del sembrador. Cuando alguien oye la palabra del reino y no la entiende, viene el maligno y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Éste es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales es el que oye la palabra y en seguida la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de poca duración, y cuando viene la aflicción o la persecución por causa de la palabra, en seguida tropieza. Y el que fue sembrado en espinos, éste es el que oye la palabra, pero las preocupaciones de este mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y queda sin fruto. Pero el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye la palabra y la entiende, el que de veras lleva fruto y produce, uno a ciento, otro a sesenta, y otro a treinta por uno.

PARÁBOLA DE LA CIZAÑA EN EL CAMPO.

Les presentó otra parábola diciendo:

El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. Cuando brotó la hierba y produjo fruto, entonces apareció también la cizaña.
Se acercaron los siervos al dueño del campo y le preguntaron: ‘Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, tiene cizaña?’
Y él les dijo:
‘Un hombre enemigo ha hecho esto.’
Los siervos le dijeron:
‘Entonces, ¿quieres que vayamos y la recojamos?’
Pero él dijo:
‘No; no sea que al recoger la cizaña arranquéis con ella el trigo. Dejad crecer a ambos hasta la siega. Cuando llegue el tiempo de la siega, yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla. Pero reunid el trigo en mi granero.

EXPLICACIÓN DE LA CIZAÑA EN EL CAMPO.

Entonces, una vez despedida la multitud, volvió a casa. Y sus discípulos se acercaron a él diciendo:
— Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
Y respondiendo él dijo:
— El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre. El campo es el mundo. La buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del maligno. El enemigo que la sembró es el diablo. La siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles.
De manera que como la cizaña es recogida y quemada en el fuego, así será el fin del mundo.
El Hijo del Hombre enviará a sus ángeles, y recogerán de su reino a todos los que causan tropiezos y a los que hacen maldad, y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos, que oiga.

PARÁBOLA DEL TESORO ESCONDIDO EN EL CAMPO.

El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que un hombre descubrió y luego escondió. Y con regocijo va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.

LA PERLA DE GRAN VALOR.

Además, el reino de los cielos es semejante a un comerciante que buscaba perlas finas. Y habiendo encontrado una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró.

LA RED. SEPARACIÓN DE LOS PECES.

Asimismo, el reino de los cielos es semejante a una red que fue echada en el mar y juntó toda clase de peces. Cuando estuvo llena, la sacaron a la playa. Y sentados recogieron lo bueno en cestas y echaron fuera lo malo. Así será el fin del mundo: Saldrán los ángeles y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego. Allí habrá llanto y crujir de dientes.

¿Habéis entendido todas estas cosas?
Ellos le dijeron:
— Sí.
Él les dijo:
— Por eso, todo escriba instruido en el reino de los cielos es semejante a un padre de familia que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas.

¡AY DEL HOMBRE QUE OCASIONA TROPIEZOS!

¡Ay del mundo por los tropiezos! Es inevitable que haya tropiezos, pero ¡ay del hombre que los ocasione! Por tanto, si tu mano o tu pie te hace tropezar, córtalo y échalo de ti. Mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno. Y si tu ojo te hace tropezar, sácalo y échalo de ti. Mejor te es entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado en el infierno de fuego.
Mirad, no tengáis en poco a ninguno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos siempre ven el rostro de mi Padre que está en los cielos. Porque el Hijo del Hombre ha venido a salvar lo que se había perdido.

LA OVEJA PERDIDA.

¿Qué os parece? Si algún hombre tiene cien ovejas y se extravía una, ¿acaso no dejará las noventa y nueve en las montañas e irá a buscar la descarriada?
Y si sucede que la encuentra, de cierto os digo que se goza más por aquélla que por las noventa y nueve que no se extraviaron. Así que, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda ni uno de estos pequeños.
Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve, amonéstale a solas entre tú y él. Si él te escucha, has ganado a tu hermano. Pero si no escucha, toma aún contigo uno o dos, para que todo asunto conste según la boca de dos o tres testigos. Y si él no les hace caso a ellos, dilo a la iglesia; y si no hace caso a la iglesia, tenlo por gentil y publicano.
De cierto os digo que todo lo que atéis en la tierra habrá sido atado en el cielo, y todo lo que desatéis en la tierra habrá sido desatado en el cielo.

PARÁBOLA DEL DRACMA PERDIDO.

¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende una lámpara, barre la casa y busca con empeño hasta hallarla? Cuando la halla, reúne a sus amigas y vecinas, y les dice: «Gozaos conmigo, porque he hallado la dracma que estaba perdida.»
Os digo que del mismo modo hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.

PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO.

Dijo además:
— Un hombre tenía dos hijos. El menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde.»
Y él les repartió los bienes.
No muchos días después, habiendo juntado todo, el hijo menor se fue a una región lejana, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. Cuando lo hubo malgastado todo, vino una gran hambre en aquella región, y él comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se allegó a uno de los ciudadanos de aquella región, el cual le envió a su campo para apacentar los cerdos. Y él deseaba saciarse con las algarrobas que comían los cerdos, y nadie se las daba.
Entonces volviendo en sí, dijo:
«¡Cuántos jornaleros en la casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré:
‘Padre, he pecado contra el cielo y ante ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.'»
Se levantó y fue a su padre.
Cuando todavía estaba lejos, su padre le vio y tuvo compasión. Corrió y se echó sobre su cuello, y le besó.
El hijo le dijo:
«Padre, he pecado contra el cielo y ante ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.»
Pero su padre dijo a sus siervos:
«Sacad de inmediato el mejor vestido y vestidle, y poned un anillo en su mano y calzado en sus pies. Traed el ternero engordado y matadlo. Comamos y regocijémonos, porque este mi hijo estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado.»
Y comenzaron a regocijarse.
Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando vino, se acercó a la casa y oyó la música y las danzas. Después de llamar a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Éste le dijo:
«Tu hermano ha venido, y tu padre ha mandado matar el ternero engordado, por haberle recibido sano y salvo.»
Entonces él se enojó y no quería entrar.
Salió, pues, su padre y le rogaba que entrase. Pero respondiendo él dijo a su padre:
«He aquí, tantos años te sirvo, y jamás he desobedecido tu mandamiento; y nunca me has dado un cabrito para regocijarme con mis amigos. Pero cuando vino éste tu hijo que ha consumido tus bienes con prostitutas, has matado para él el ternero engordado.»
Entonces su padre le dijo: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas.
Pero era necesario alegrarnos y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha vuelto a vivir; estaba perdido y ha sido hallado.»

¿CUANTAS VECES PERDONARÉ AL QUE ME OFENDE?

Entonces Pedro se acercó y le dijo:
— Señor, ¿cuántas veces pecará mi hermano contra mí y yo le perdonaré? ¿Hasta siete veces?
Jesús le dijo:
— No te digo hasta siete, sino hasta setenta veces siete.

PARÁBOLA DEL REY QUE QUISO SANEAR SUS CUENTAS.

Por esto, el reino de los cielos es semejante a un hombre rey, que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y cuando él comenzó a hacer cuentas, le fue traído uno que le debía diez mil talentos. Puesto que él no podía pagar, su señor mandó venderlo a él, junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, y que se le pagara.
Entonces el siervo cayó y se postró delante de él diciendo:
«Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.»
El señor de aquel siervo, movido a compasión, le soltó y le perdonó la deuda.
Pero al salir, aquel siervo halló a uno de sus consiervos que le debía cien denarios, y asiéndose de él, le ahogaba diciendo: «Paga lo que debes.»
Entonces su consiervo, cayendo, le rogaba diciendo:
«¡Ten paciencia conmigo, y yo te pagaré.»
Pero él no quiso, sino que fue y lo echó en la cárcel hasta que le pagara lo que le debía. Así que, cuando sus consiervos vieron lo que había sucedido, se entristecieron mucho; y fueron y declararon a su señor todo lo que había sucedido.
Entonces su señor le llamó y le dijo:
«¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, así como también yo tuve misericordia de ti?»
Y su señor, enojado, le entregó a los verdugos hasta que le pagara todo lo que le debía.
Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de corazón cada uno a su hermano.

¿QUÉ HE DE HACER PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA?

He aquí vino uno a él y le dijo:
— Maestro, ¿qué cosa buena haré para tener la vida eterna?
Él le dijo:
— ¿Por qué me preguntas acerca de lo bueno? Hay uno solo que es bueno. Pero si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
Le dijo:
— ¿Cuáles?
Jesús respondió:
— No cometerás homicidio, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo como a ti mismo.
El joven le dijo:
— Todo esto he guardado. ¿Qué más me falta?
Le dijo Jesús:
— Si quieres ser perfecto, anda, vende tus bienes y dalo a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo. Y ven; sígueme.
Pero cuando el joven oyó la palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
Entonces Jesús dijo a sus discípulos:
— De cierto os digo, que difícilmente entrará el rico en el reino de los cielos.
Otra vez os digo que le es más fácil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.

LOS TRABAJADORES DE LA VIÑA.

Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, dueño de un campo, que salió al amanecer a contratar obreros para su viña. Habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
Salió también como a la tercera hora y vio que otros estaban en la plaza desocupados, y les dijo:
«Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo.»
Y ellos fueron.
Salió otra vez como a la sexta hora y a la novena hora, e hizo lo mismo.
También alrededor de la undécima hora salió y halló que otros estaban allí, y les dijo:
«¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados?»
Le dijeron:
«Porque nadie nos ha contratado.»
Les dijo:
«Id también vosotros a la viña.»
Al llegar la noche, dijo el señor de la viña a su mayordomo:
«Llama a los obreros y págales el jornal. Comienza desde los últimos hasta los primeros.»
Entonces vinieron los que habían ido cerca de la undécima hora y recibieron cada uno un denario. Y cuando vinieron, los primeros pensaron que recibirían más; pero ellos también recibieron un denario cada uno.
Al recibirlo, murmuraban contra el dueño del campo, diciendo:
«Estos últimos trabajaron una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado el peso y el calor del día.»
Pero él respondió y dijo a uno de ellos:
«Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Pero quiero darle a este último como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes envidia porque soy bueno?»
Así, los últimos serán primeros, y los primeros últimos.

PARÁBOLA DE LOS LABRADORES HOMICIDAS.

Oíd otra parábola:

Había un hombre, dueño de un campo, quien plantó una viña. La rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, edificó una torre, la arrendó a unos labradores y se fue lejos. Pero cuando se acercó el tiempo de la cosecha, envió sus siervos a los labradores para recibir sus frutos.
Y los labradores, tomando a sus siervos, a uno hirieron, a otro mataron y a otro apedrearon.
Él envió de nuevo otros siervos, en mayor número que los primeros, y les hicieron lo mismo. Por último, les envió a su hijo, diciendo: «Tendrán respeto a mi hijo.»
Pero al ver al hijo, los labradores dijeron entre sí:
«Éste es el heredero. Venid, matémosle y tomemos posesión de su herencia.»
Le prendieron, le echaron fuera de la viña y le mataron.
Ahora bien, cuando venga el señor de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
Le dijeron:
— A los malvados los destruirá sin misericordia, y arrendará su viña a otros labradores, quienes le pagarán el fruto a su tiempo.
Jesús les dijo:
— ¿Nunca habéis leído en las Escrituras? La piedra que desecharon los edificadores, ésta fue hecha cabeza del ángulo. De parte del Señor sucedió esto, y es maravilloso en nuestros ojos.
Por esta razón os digo que el reino de Dios será quitado de vosotros y será dado a un pueblo que producirá los frutos del reino. El que caiga sobre esta piedra será quebrantado, y desmenuzará a cualquiera sobre quien ella caiga.

Al oír sus parábolas, los principales sacerdotes y los fariseos entendieron que él hablaba de ellos. Pero buscando cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenía por profeta.

EL GRAN MANDAMIENTO DE LA LEY.

Entonces los fariseos, al oír que había hecho callar a los saduceos, se reunieron de común acuerdo. Uno de ellos, intérprete de la ley, preguntó para probarle:
— Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento de la ley?
Jesús le dijo:

EL HOMBRE BUENO Y EL HOMBRE MALO.

No es buen árbol el que da malos frutos, ni es árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol es conocido por su fruto; pues no se recogen higos de los espinos, ni tampoco se vendimian uvas de una zarza. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón, presenta lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón, presenta lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

PARÁBOLA DEL JUEZ INJUSTO Y LA VIUDA.

ORAR SIEMPRE SIN DESMAYAR.

Les refirió también una parábola acerca de la necesidad de orar siempre y no desmayar.
Les dijo:

«En cierta ciudad había un juez que ni temía a Dios ni respetaba al hombre.
Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él diciendo:
‘Hazme justicia contra mi adversario.’
Él no quiso por algún tiempo, pero después se dijo a sí mismo:
‘Aunque ni temo a Dios ni respeto al hombre, le haré justicia a esta viuda, porque no me deja de molestar; para que no venga continuamente a cansarme.'»
Entonces dijo el Señor:
«Oíd lo que dice el juez injusto.
¿Y Dios no hará justicia a sus escogidos que claman a él de día y de noche? ¿Les hará esperar?
Os digo que los defenderá pronto.
Sin embargo, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?»

LA MUJER SORPRENDIDA EN ADULTERIO.

Pero Jesús se fue al monte de los Olivos, y muy de mañana volvió al templo. Todo el pueblo venía a él, y sentado les enseñaba. Entonces los escribas y los fariseos le trajeron una mujer sorprendida en adulterio; y poniéndola en medio, le dijeron:
— Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el mismo acto de adulterio. Ahora bien, en la ley Moisés nos mandó apedrear a las tales. Tú, pues, ¿qué dices?
Esto decían para probarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinado hacia el suelo, escribía en la tierra con el dedo. Pero como insistieron en preguntarle, se enderezó y les dijo:
— El de vosotros que esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella. Al inclinarse hacia abajo otra vez, escribía en tierra.
Pero cuando lo oyeron, salían uno por uno, comenzando por los más viejos. Sólo quedaron Jesús y la mujer, que estaba en medio.
Entonces Jesús se enderezó y le preguntó:
— Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado?
Y ella dijo:
–Ninguno, Señor.
Entonces Jesús le dijo:
— Ni yo te condeno. Vete y desde ahora no peques más.

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