LOS DEMONIOS EN LA BIBLIA

Por James Hunter.
Para analizar y comprender el tema de los demonios que se mencionan en el Nuevo Testamento de nuestra Biblia, se deben tomar en cuenta las siguientes observaciones:

1.
Los demonios no aparecen en el Antiguo Testamento, fuente de todas las enseñanzas importantes de la Biblia. Si son entes reales, ¿por qué no se mencionan en el Antiguo
Testamento, particularmente cuando éste cubre un período de la historia humana mucho más amplio que el Nuevo?

2.
En el Nuevo Testamento, los demonios casi sólo se manifiestan entre el campesinado galileo durante el ministerio de Jesús en esa región, relatado por Mateo, Marcos y Lucas.

3.
Los demonios están estrechamente relacionados con las enfermedades y anormalidades físicas y mentales de las personas; de hecho aparecen como causas de sordera, mudez, ceguera, epilepsia y locura, defectos que no tenían causa aparente y que por ende eran muy misteriosos. Cuando Jesús echa fuera un demonio se dice que la persona queda sanada, el mismo lenguaje que se usa para las enfermedades. En Marcos 5.15 se dice que el endemoniado gadareno quedó «en su juicio cabal,» el mismo lenguaje que se usaría para la curación de un enfermo mental. No se distingue particularmente entre las enfermedades comunes y corrientes y las provocadas por los demonios; por ejemplo, en Marcos 7.31-37 no se menciona la intervención de ningún demonio
en el caso del que era sordo y tartamudo. En el caso de la curación de la hija endemoniada de la mujer cananea, Mateo 15.28 dice simplemente que «su hija fue sanada desde aquella hora,» el mismo lenguaje que se usaría para la curación de cualquier enfermedad.

Según el Evangelio de Juan los judíos dijeron en tres ocasiones acerca de Jesús: «Demonio tiene.» Era simplemente una manera de expresar su acusación de que Jesús era loco. Fuera de estos casos los demonios no se mencionan en el Evangelio de Juan.

4.
La Biblia en ningún momento ofrece una explicación de lo que sería el origen y la naturaleza de los demonios, si es que son seres vivientes reales.

5.
Hoy en día se ha determinado científicamente la causa de la mayoría de enfermedades atribuidas a demonios. Se sabe que frecuentemente las personas quedan mudas porque nacen sordas: como no oyen hablar a las personas que las rodean, no aprenden a hablar. En muchos casos la sordera puede curarse si se descubre a tiempo, y entonces el niño comienza a aprender a hablar. El autor del presente folleto tiene un sobrino que quedó sordo hasta la edad de tres años debido al descuido de sus padres, quienes no se fijaban que el niño tenía un problema. Cuando se curó la infección que producía la sordera, el niño aprendió a hablar.
De igual manera, en muchos casos modernos de ceguera se puede detectar que se debe a un minúsculo defecto del nervio óptico o de algún otro elemento del sistema visual. Si el defecto se repara oportunamente el niño ciego aprenderá a ver. Hoy en día la mayor parte de casos de epilepsia se controlan por medio de medicinas. Y también hay tratamientos médicos eficaces para varios tipos de locura y trastornos emocionales. Se supone que si estos fenómenos realmente fueran provocados por poderosos demonios, éstos harían caso omiso de las medicinas y la cirugía. Entonces ¿dónde están los demonios hoy día? y si son reales ¿por qué las enfermedades atribuidas a ellos en la antigüedad pueden ahora ser analizadas y en muchos casos curadas por medios puramente físicos?

Hace algunos años un sociólogo que había investigado la brujería publicó un comentario interesante, diciendo, «Las brujas suelen manifestarse sólo entre la gente que cree en ellas.» Lo
mismo se puede decir acerca de los demonios. Si fuesen entes reales, se supone que su manifestación no dependería de si las personas creyesen o no en ellos.

6.
Cuando las Escrituras dicen que los demonios hablan, en realidad es la persona endemoniada la que lo hace; por eso los demonios mudos no hablan Lucas 11.14. Se supone que un demonio no tendría que ser mudo para provocar la mudez, entonces, ¿por qué no hablan los demonios «mudos»? Y cuando se dice en Marcos 3.11 que «los espíritus inmundos, al verle, se postraban ante él y daban voces,» evidentemente quienes se postraban y hablaban eran las personas enfermas que sentían el poder sobrenatural que emanaba de Jesús.

7.
Cuando el Señor Jesucristo sana a la suegra de Pedro en Lucas 4, se nos dice que Jesús «reprendió a la fiebre» como si se tratara de algún tipo de ser viviente, y que la fiebre «la dejó.» Pero en realidad éstas no son más que formas tradicionales de hablar que no se han de tomar al pie de la letra, porque en realidad, ¿a dónde va una fiebre cuando deja a un enfermo? ¿Acaso la fiebre se dirige a otro lugar en busca de otra víctima? Lo que sucede en realidad es que la fiebre sencillamente deja de existir. También se nos dice en Lucas 8 que Jesús «reprendió» al viento y a las olas, y que le obedecieron. ¿Acaso esto significa que el viento y las olas eran seres vivientes capaces de escuchar y hacer caso de las reprensiones?

8.
Las personas que creen en la existencia real de los demonios difieren mucho entre sí sobre cuál sería el origen y la naturaleza de ellos. Algunos sostienen que son espíritus de los difuntos, pero sabemos que bíblicamente, los muertos realmente están muertos, y de todas formas, ¿por qué motivo a los espíritus de los difuntos les interesaría provocar enfermedades entre la gente que escuchaba a Jesús, aunque tuvieran la capacidad de hacerlo?
Otros sostienen que los demonios son los ángeles que apoyaron al llamado Lucifer en su supuesta rebelión contra el Todopoderoso, habiéndose convertido en sus secuaces al ser expulsados del cielo. Pero la Biblia no menciona tal rebelión.
Lo que sucede es que esta idea llegó a formar parte de la superstición popular desde que fuera adelantada por el desconocido autor de un escrito no-bíblico llamado «libro de Enoc,» publicado durante el período intertestamentario. E incluso en el caso de que el cuento fuese verídico, puesto que el reputado objetivo de Lucifer es inducir a las personas al pecado, ¿por qué sus esbirros, los demonios, no se habrían dedicado a esta tarea en lugar de provocar enfermedades entre el pueblo, lo que es algo muy diferente? Incluso algunas de las personas afectadas por los «demonios» reconocen a Jesús como Mesías, lo que sería totalmente contrario al objetivo de Lucifer si éste y sus secuaces de veras existieran. Y nótese que las personas afectadas por demonios no eran consideradas como pecadoras, como hubiese sido el caso si los demonios fueran vistos como seres malignos.

9.
Los historiadores señalan que la idea de los demonios tiene su origen en las creencias populares de los pueblos paganos que rodeaban a Israel, y que los judíos fueron particularmente expuestos a esta superstición a partir de la cautividad babilónico en el siglo sexto antes de Cristo. Durante el llamado período intertestamentario, esta idea se difundió hasta cierto punto a nivel de creencia popular particularmente entre los campesinos galileos, que eran menos sofisticados que los judíos de la región de Jerusalén. Jesús aparentemente estimaba que la cuestión de a qué se debían realmente las enfermedades no era muy importante y que lo más esencial era demostrar que él poseía el poder divino para curar toda enfermedad, fuera cual fuera su causa. De todas formas, ¿cómo habría Jesús podido explicar a estos campesinos, o aun a muchas personas en el llamado «tercer mundo» actual, que ciertas enfermedades eran causadas por defectos genéticos, otras por microbios, etc.? La existencia de los microbios como causa de infecciones sólo fue descubierta en el siglo XIX, hace menos de 150 años. Hasta ese momento nadie tenía la menor idea a qué se debían las enfermedades, científicamente hablando. El descubrimiento de los defectos genéticos es más reciente aún. Si Jesús hubiese intentado hablarle a la gente acerca de microbios y genes, sólo habría terminado de convencer a las personas de que era loco. Y de todas formas, a diferencia de los falsos dioses del Antiguo Testamento, los demonios del Nuevo Testamento no son objeto de culto ni se les atribuye papel religioso o teológico alguno, para que Jesús sintiera la necesidad de desvirtuar su existencia real como seres personales.

10.
Estas consideraciones tienden a llevarnos a la conclusión de que los demonios simplemente son enfermedades, cualquiera que sea su causa. Un demonio mudo es simplemente la mudez, un demonio ciego es la ceguera. Por eso es que los endemoniados se incluían entre los enfermos
que se presentaban a Jesús para ser curadas. En Mateo 8.16 se menciona que Jesús curó tanto a enfermos como a endemoniados, pero la cita de Isaías 53.4 que aparece en el versículo 17 para explicar lo que él hacía, sólo menciona a las enfermedades y dolencias. La aflicción del endemoniado gadanero parece ser la enfermedad mental que hoy en día se llama esquizofrenia o «múltiples personalidades,» y que ha sido tratada en libros y películas recientes tales como «Las
tres caras de Eva» y «Síbil.»

Otra manera bíblica de expresar lo que son los demonios sería decir que son «espíritus de enfermedad,» en el entendido de que la palabra bíblica espíritu designa cualquier clase de
influencia invisible, sea buena o mala («espíritu de celos,» «espíritu de cobardía,» etc.). No olvidemos que el «espíritu malo» que afligía a Saúl venía de Dios. La frase simplemente significa
que el poder de Dios actuó en Saúl para trastornar sus emociones y perturbar su raciocinio.
Una enfermedad puede legítimamente ser descrita como una especie de «espíritu,» y en la antigüedad la gente frecuentemente personificaba los diferentes «espíritus» o influencias cuyo origen era invisible. Los demonios son simplemente la personificación de los espíritus de enfermedades (ver Lucas 13.11). Aparecen efímeramente en el texto bíblico como una especie de expresión supersticiosa de mucha gente del mundo antiguo, en el que muchos fenómenos que para nosotros son explicables, eran incomprensibles y misteriosos.

11.
En el caso del muchacho epiléptico, se nos dice en Mateo 17.15 que el niño era «lunático.» Esta palabra literalmente significa «afectada por la luna,» porque antiguamente se creía que la luna tenía el poder de provocar la locura. Nosotros seguimos utilizando el término hoy en día, pero nadie lo toma literalmente ni se preocupe por el hecho de estar diciendo algo falso. Ha venido a formar parte del idioma, de la misma manera que el hablar de los demonios como causa de enfermedades era parte del lenguaje de los contemporáneos de Jesús. De igual manera la Biblia habla frecuentemente acerca de los dioses paganos como si tuvieran existencia real: en Marcos 3.22 Jesús parece admitir la existencia de Beelzebú sin que supongamos que él realmente creyera en este dios de los filisteos (ver 2ª Reyes 1.1- 6). Y en 2ª Corintios 6:15 Pablo habla de Belial como si fuera un personaje real.

Se pregunta a veces, «¿Cómo es posible que algunas personas endemoniadas pudiesen reconocer a Jesús como el «Santo de Dios»? ¿Acaso no eran dotadas de un conocimiento
sobrenatural de quién era?»
En realidad, la respuesta es que no, puesto que muchas personas reconocieron quién era Jesús desde el comienzo de su ministerio. Por ejemplo Juan el Bautista proclamó, «He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo» Juan 1.29. Estos discípulos no mantuvieron en secreto el mesianismo de Jesús sino que lo proclamaron abiertamente, así que era del conocimiento público de que Jesús pretendía ser un personaje extraordinario, de hecho, el Mesías tan ansiosamente
esperado por el pueblo judío. En Juan 1.41 Andrés le dice a su hermano Simón Pedro, «Hemos hallado al Mesías.» Y en el versículo 49 Natanael le dice a Jesús, «Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.»
Es más, antes del nacimiento de Jesús tanto a José como a María y a los padres de Juan el Bautista se les informó quién sería el niño que le nacería a María. Poco después del alumbramiento, unos pastores fueron avisados por los ángeles de que había nacido el Cristo, para que lo fueran a adorar. Lucas 2.17-18 dice, «Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño. Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.» Un poco más adelante en el mismo capítulo de Lucas, Simeón y Ana reconocen públicamente a Jesús y ella «hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.» A los doce años el niño Jesús dejó maravillados a los doctores de la ley en el templo de Jerusalén.
A medida que se continuó el ministerio de Jesús, éste se hacía cada vez más conocido por sus obras y sus palabras. En Juan 7.26 unos judíos especulan, «Habrán reconocido en verdad
los gobernantes que éste es el Cristo?» y hubo mucha discusión entre el pueblo sobre el asunto Juan 7.43.

Juan 9.23 nos informa que «los judíos habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga.» En su entrada triunfal a Jerusalén, Jesús fue aclamado por el pueblo como Rey de Israel (Juan 12.13) y los mismos gobernantes reconocieron su popularidad diciendo, «Ya veis que no conseguís nada. Mirad, el mundo se va tras él.»
Todo lo anterior subraya el hecho de que para nadie en Israel era un secreto que se decía que Jesús era el Mesías e Hijo de Dios. Entonces el reconocimiento del endemoniado gadareno, al llamarlo «Hijo del Dios altísimo,» no es particularmente extraordinario. En Mateo 15.22 una mujer cananea, que no era judía siquiera, clama a Jesús llamándole «Señor, Hijo de David.» Si incluso una mujer pagana pudo reconocer quién era Jesús, no es particularmente sorprendente que algún que otro endemoniado judío lo haya hecho. De todas formas parece que este fenómeno sólo se registra en tres ocasiones durante el ministerio de Jesús: en el caso del endemoniado gadareno, ya citado, el del hombre que tenía un espíritu inmundo en Marcos 1.24 y el de los endemoniados sanados en Lucas 4.41.

Si los endemoniados poseían una sensibilidad particular para con el mesiazgo y la autoridad de Jesús, puede que se deba al hecho de que por causa de su aflicción, sentían más que otras
personas el poder espiritual que emanaba de Jesús y que era capaz de sanarlos, de la misma forma que lo pareció detectar la mujer con flujo de sangre en Marcos 5.25-34; nótese que Jesús también sintió «el poder que había salido de él.» Era un poder divino que él irradiaba y que estaba disponible para sanar a las personas que reconocían que era el Hijo de Dios.

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