LA FE

Empezaré con una reflexión previa. La fe no se juzga en lo que pensamos o creemos, sino en lo que vivimos. Lo que pensamos o creemos puede sostener y suscitar la vivencia profunda de la fe. Eso en primer lugar.En segundo lugar: las creencias, en cuanto pensamientos, han de ser razonables o al menos no ser irracionales ni conflictivas.
Solo podemos creer lo que nos parece razonable o plausible. Por eso cambian las creencias según la cultura, la visión del mundo, las ciencias.

En éste estudio no entramos en el campo espiritual (Dios). Sabemos que Dios interviene en la vida del hombre y mucho más razonable en la de su Hijo, Jesús.
Una creencia que no fuera razonable o que fuera irracional sería un obstáculo para la vivencia de la fe. En realidad, nadie cree nada si por alguna razón no le parece razonable creerlo. A mí no me parece razonable creer que Jesús fuese hijo solamente de madre virgen, fue creado por obra de Dios, su Espíritu Santo. y no lo creo, ni ahí se juzga mi fe cristiana (¡solo faltaría!); pero si alguien lo cree, es porque por alguna razón por ejemplo, porque piensa que es una verdad revelada por Dios le parece razonable creerlo así. Los motivos de razonabilidad o plausibilidad son muy diversos, pero nadie puede creer algo que no le parezca razonable creer. Es así de sencillo.

El hombre Jesús no puede ser pensado como la forma acabada (perfecta) según la evolución de la vida humana en general, es decir, no pudo ser un resultado perfecto en la evolución humana, en particular. Según eso, no sería razonable pensar en Jesús como un ser acabado perfecto ni siquiera espiritualmente. Pensar a Jesús como un hombre perfecto estaría en contradicción según nuestra evolución y, en última instancia, con la creencia de la encarnación, ( nacimiento natural como humano).

Un cuerpo perfecto no existe. Un Jesús físicamente perfecto no sería humano. La inteligencia depende de la educación y del ejercicio personal, pero en primer lugar de la capacidad neuronal.

No conocemos mucho sobre la psicología de Jesús, aunque por lo que sabemos ya nos gustaría tener su emotividad y equilibrio, su fuerza y ternura; ya nos gustaría ser tan buenos y felices como él. Con todo, ¿sería razonable pensar que su psicología fue perfectamente equilibrada, que jamás sintió angustia ni sentimiento negativo alguno para consigo o los demás, como nos pasa a todos? Si padeces en tu ser, que seguro que padeces, esas angustias y sentimientos negativos, no te preocupes: seguro que Jesús también las padeció. – Pero procuró seguir sobreponiéndose cada día y confiando a pesar de todo -. Ahí está la grandeza; ése es el camino.

La realización espiritual es una dimensión más compleja y profunda que la salud física o que incluso el equilibrio psicológico. Es la paz y la armonía con el si mismo, con el mundo, con el otro y con el todo. Y esa espiritualidad, como todo cuanto es, depende de todo, emerge de todo. Además depende de nuestro interés personal en el estudio de la Verdad de Dios. Por eso digo: ya quisiera yo llegar a la paz y la armonía a las que llegó Jesús, incluso en Getsemaní, incluso en la cruz, pero no tengo por qué pensar que en su ser individual e histórico llegase a la realización plena de la paz con el mundo. Si creo que pudo llegar a su pleno desarrollo espiritual con Dios. También creo – y me parece razonable o al menos no me parece irracional “creer”– que en su muerte llegó a la Vida plena con Dios.

Tener Fe.

La fe no se adquiere de una vez para siempre, sino que se construye y crece con nuestras experiencias y en las diferentes etapas de nuestra vida.

La búsqueda de Dios es propia de cada uno y depende de las circunstancias que atraviesa. Algunos parecen afirmarse en la fe, mientras que otros se alejan de ella o la pierden.
La fe necesita de la inteligencia para acercarse a lo desconocido, lo ignorado o lo misterioso.
Cuando le decimos a alguien: creo en ti, esto abre una relación con él. Le ofrecemos nuestra confianza; igualmente, la fe se basa en la confianza. La confianza que ponemos en una persona es científicamente imprevisible, sin embargo, a menudo, nos arriesgamos a confiar y creemos en esa persona. La confianza será compensada con la fidelidad de ese amigo. Confiar en un amigo es pues razonable y racional.

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Tener fe en Dios es confiar en Él. Es comprometerse en una relación de amistad con Dios. Esta relación de amistad ¿es científicamente comprobable? No más que la amistad humana, es decir, lo será cuando Dios nos pruebe su existencia, su amistas y su fidelidad. Para el creyente, esta verificación se hace ya hoy de forma parcial y se hará totalmente después de la muerte.
Por otra parte podemos confiar en Dios porque es la verdad. La verdad no puede mentir, ni equivocarse, ni engañar sin que deje de serlo.
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Sería demasiado, por otro lado, pensar que podemos comprender todo y explicarlo todo sólo con nuestra inteligencia: sería erigirse poseedores de la verdad. Esto sería obligar a nuestra finitud ocupar el lugar de Dios. De igual forma, la fe no debe encerrarnos en un dogmatismo hermético, sino que su finalidad es acompañarnos a lo que nos atrae, hacia lo misterioso de Dios. El conocimiento de Dios que nunca alcanzaremos del todo.

La duda y la Fe.

«Si no veo en sus manos la señal de los clavos
Y no meto mi dedo en el agujero de los clavos
Y no meto mi mano en su costado, no creeré»

Ocho días después, estaban sus discípulos dentro y Tomás con ellos.
Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo;
» La Paz con vosotros»
Luego dijo a Tomás:
«Acerca aquí tu dedo y mira mis manos;
Trae tu mano y métela en mi costado,
Y no seas incrédulo sino creyente».
Tomás le contestó:
«Señor mío y Dios mío»
Le dijo Jesús:
«Porque me has visto has crecido:
Dichosos los que crean sin haber visto».
Juan 20:25-29

» Hay luz suficiente para los que desean ver,
Y demasiada oscuridad par los que tienen una disposición contraria».
Blaise Pascal.

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La naturaleza humana tiende hacia la plenitud y la perfección, pero es incapaz de alcanzarla por sí misma. El que se encierra orgullosamente en sus certezas acaba dejando de buscar a Dios. No podemos acotar a Dios, ni reducirlo a medida de nuestra pequeña inteligencia. Una vida entera no basta para descubrir todo sobre Dios. Sólo podemos avanzar hacia Él con un corazón de niño dispuesto a recibirlo todo.
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La fe no se adquiere de una vez para siempre, sino que se construye y crece con nuestra experiencia y en las diferentes etapas a lo largo de toda nuestra vida.

La fe y la razón son pues un binomio indisociable. Hay que escudriñar la verdad para encontrar a Dios y creer en él. La Fe no puede ser una creencia ciega.

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